viernes, 9 de septiembre de 2011

IN MEMORIAM: TORRES GEMELAS Nueva York


DIEZ AÑOS DEL ATENTADO DEL 11/09/2001

Este poema premonitorio de Rafael Alberti fue escrito en el año 1982 después de visitar las Torres Gemelas de Nueva York. Este pequeño poema está dentro de “Versos sueltos de cada día” y es una descripción casi profética de lo ocurrido 19 años después del atentado terrorista del 11/09/2001. El lenguaje que emplea Alberti refleja bastante el caos y la confusión que se originó con este hecho terrible.

Alberti lo expresa diciendo “Qué balumba” (Balumba: según la RAE “Conjunto desordenado y excesivo de cosas”) “de su propia ufanía” (Ufanía: según la RAE “Arrogancia, Jactancia)

   Aquí no baja el viento,
se queda aquí en las torres,
en las largas alturas,
que un día caerán,
batidas, arrasadas de su propia ufanía.

   Desplómate, ciudad, de hombros terribles,
cae desde ti misma.

   Qué balumba
de ventanas cerradas,
de cristales, de plásticos,
de vencidas, dobladas estructuras.

   Entonces entrará,
podrá bajar el viento
hasta el nivel del fondo
y desde entonces ya no existirá
más arriba ni abajo.
   Rafael Alberti


Oriana Fallaci en el año 2001 vivía gran parte del año en Manhattan totalmente aislada. Pero el destino quiso que, el 11 de septiembre del 2001, el Apocalipsis se abriese a poca distancia de su casa con el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. En el libro «El Apocalipsis» Oriana Fallaci en una entrevista a sí misma dejó reflejada su indignación el atentado a las Torres Gemelas por tan monstruoso hecho.

«¿Queréis mi testimonio? Ahí va. Estaba en casa. Mi casa está situada en el centro de Manhattan. Pensaba estar vacunada contra todo y, esencialmente, lo estoy. Ya nada me sorprende. Ni siquiera cuando me indigno y me irrito. Pero en la guerra siempre vi a gente que muere asesinada. Nunca había visto a gente que muere matándose, es decir, lanzándose sin paracaídas del piso 80, 90 ó 100. Además, en la guerra siempre vi trastos que explotan en abanico. En la guerra siempre oí un gran ruido. En cambio, las dos Torres no explotaron. La primera implosionó y se tragó a sí misma. La segunda, se fundió, se disolvió. Por el calor se disolvió como un trozo de mantequilla al fuego. Y todo sucedió, o al menos así me pareció a mí, en medio de un silencio de tumba. ¿Es posible? ¿Reinaba realmente ese silencio o estaba dentro de mí?»

«La gente que, para no morir abrasada viva, se lanzaba por las ventanas. Rompían los cristales de las ventanas y se lanzaban al vacío como si se lanzasen de un avión en paracaídas, y caían lentamente. Agitando las piernas y los brazos, nadando en el aire. Sí, parecía que nadaban en el aire. Y no acababan de llegar abajo. Hacia el piso 30, aceleraban. Se ponían a gesticular, desesperados, supongo que arrepentidos, como si gritasen «Help, help». Y quizás lo gritasen de verdad. Jamás sabremos el número exacto de muertos. ¿40.000, 45.000...? Los americanos no lo dirán jamás. Para no subrayar la intensidad de este Apocalipsis. Para no dar una satisfacción más a Osama Bin Laden e incentivar otros apocalipsis...» Los que visitamos las Torres Gemelas

Palabras de Oriana Fallaci recogidas en mi blog:

Los que visitamos las Torres Gemelas aún nos sobrecoge recordar aquellos momentos en que vimos desmoronarse esos gigantes de aluminio y cristal. Tengo conciencia del horror y de la maldad que padecieron las víctimas de ese atentado, así como el horror que, de por vida, acompañarán a todas las familias de las víctimas. Descansen en Paz.
Lluís Busom i Femenia

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