sábado, 1 de marzo de 2014

HOMENAJE A MI PADRE






Homenaje a mi padre.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares,
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
  [Palabras: José Agustín Goytisolo]

Homenaje a mi padre
Creo que lo que me ocurre a mí rescatando valores de mi padre, ya tantos años desaparecido es, en cierta medida, lo que les ocurre a muchos hijos con sus padres. Y es que nos damos cuenta casi siempre —demasiado tarde— en que valoramos actitudes y vivencias cuando él estaba entre nosotros. Para un hijo, el juicio sobre la figura del padre, pasa irremediablemente por diversos estadios de opinión, pasa por ser, cuando uno es niño, por un gigante omnipresente que sabe todo lo que se le pregunta, transitando por las diversas fases de opinión que un hijo tiene de su padre hasta llegar a la más cruel de todas: mi padre no tiene ni idea de nada. Pero, cuando ya se tiene cierta edad y, ya no está entre nosotros, su memoria y su grandeza vuelven a su lugar primitivo, van pasando los años y su persona se agiganta, es entonces por lo general cuando expresamos con irremediable pesar, cuánta razón tenía mi padre.

Me ha costado muchos años saber valorar, en su justa medida, el esfuerzo y la tenacidad de mi padre en alcanzar lo poco y mucho que consiguió. Su infancia desgraciada le llevó a aprender la dureza de la vida desde el mismo día en que nació. Las circunstancias de su vida no fueron nada favorables, tuvo que trabajar desde muy niño en labores que, al igual que muchos de sus compañeros, realizaban con la aparente normalidad, una normalidad consentida por los adultos. Los niños eran, en cierta medida, mano de obra barata. Su infancia fue un tiempo extraordinariamente difícil y de muchas lágrimas a escondidas.

A la edad de 14 años se marchó de su casa, tenía la única ilusión de salir de su pueblo, de ampliar sus horizontes, conocer ese mundo que —por su edad y su familia— en aquel tiempo sólo era accesible a través de las fotografías de la Enciclopedia del Mundo en Imágenes; libros que era posible adquirirlos porque se vendían por fascículos. Mi padre pudo comprar un fascículo en que las imágenes eran de Nueva York, de ahí nació su necesidad de conocer ese mundo que, en su total ignorancia, era inconcebible que existieran ciudades como la que sus ojos contemplaban, de ahí nació su empeño en conocerlo.

Cruzó los Pirineos a pie en una marcha de dos días, caminando preferentemente las noches para no ser descubierto o interceptado por la gendarmería francesa. Vivió algo más de veinte años en constante aventura. Las más fantásticas peripecias que un adolescente pudiera vivir. Se hizo hombre aprendiendo de todos los oficios, entre franceses, italianos, noruegos, norteamericanos y sudamericanos. Trabajó por media Europa en empresas como la Berliet o en los astilleros de Saint Nazair. Y, después de años de viajar y adquirir conocimientos de varios idiomas empleándose como interprete en hoteles de varias capitales del mundo.

Cruzó el Atlántico seis veces. En un buque mercante cruzando el Atlántico en dirección a Inglaterra, transcurridos unos días de navegación y, en medio del océano, fueron torpedeados por un submarino alemán en plena I Guerra Mundial, náufrago durante tres días en alta mar tuvo la suerte de ser recogido por un buque de guerra inglés. Este hecho lo marcó muy seriamente, aprendió que el mar es el dueño absoluto de todo y que tu vida está a su merced, esta fue la primera lección de las muchas que el mar le depararía, pero esa primera lección sirvió para aprender a tratarlo con respeto reverencial. ( Su testimonio en: Experiencias en el mar )


A los 21 años llegó a Nueva York enrolado como marinero 'fireman'. No se le permitió quedarse en Nueva York, para hacerlo, debía de regresar, por estipulación de contrato, a Noruega y de allí pagarse el viaje como un turista. Desobedeciendo a su capitán cogió el petate empujo al centinela de la pasarela y se largó corriendo hasta alcanzar el primer taxi neoyorkino.

—Go! Go!

Esta palabra y cuatro más eran las únicas que sabía en inglés. Así llegó a Nueva York en el mismo día en que se promulgaba la 'Ley Seca' y, que el gansterismo organizado, tardaría bien poco, en adueñarse del mercado ilegal del alcohol.

Su determinación y la necesidad de superar las adversidades y, también a la estimable ayuda de un compatriota catalán, le bastaron seis horas para obtener la carta blanca de Inmigración. Su amigo lo acompañó al despacho con un papel escrito en inglés 'fonéticamente' las palabras que debía pronunciar como juramento: "To swear allegiance to the flag and I swear to God!", es decir, Juro fidelidad a la bandera y lo juro por Dios! Mi padre me decía:

—No sé lo que llegué a jurar pero a los diez minutos tenía la Carta Blanca en mi bolsillo.

Residió durante dos años en Nueva York, Chicago y Washington, D.C. Cruzó los Estados Unidos hasta la frontera de México, eran tiempos de Pancho Villa y Zapata. Dos años más tarde volvió a Nueva York, la ciudad de los negocios, le sirvió para ganar su primer dinero mientras los Estados Unidos gozaban de un periodo de extraordinaria prosperidad, tuvo suerte en los negocios y se marchó con una pequeña fortuna hacia otras tierras. La Habana y Panamá. Antofagasta, Santiago de Chile y Valparaíso, donde vivió muchos años, conoció a Salvador Allende Castro, abogado y notario de Valparaíso y padre del que fue años después Presidente de Chile, Salvador Allende Gossens.

Allende padre extendió a nombre de mi padre como notario, la escritura de propiedad de tres automóviles sedan, dos Nash y un Chandler, que los adquirió para dedicarlos al transporte de viajeros desde el puerto de Valparaíso a los hoteles de la ciudad. Conoció a Neftalí Reyes Basoalto —nombre real de Pablo Neruda— asistió a los primeros pasos del poeta como rapsoda, amigo de mi padre por el simple hecho de poder hablar en francés tomando unas cervezas. Conoció a grandes personas, hoy personajes de leyenda, entresaco a García Lorca y Josephine Baker.

Posiblemente, este escrito quedaría incompleto si no resaltara sus cualidades humanas, su vida cariñosa, austera, silenciosa y amable y que, como buen marinero de juventud, supo enfrentarse a la vida capeando los peores temporales que el destino le hizo vivir. 

Y estamos donde estamos; es conveniente saberlo y decirlo asentando los pies en nuestra tierra y proclamarnos herederos de lo que somos en tiempo de excesivas dudas y renuncias en que, el ruido de nuestro rededor, ahogan las palabras y enmascaran la vida.
Lluís Busom Femenia



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