lunes, 4 de septiembre de 2017

LA RAYUELA DE LAS PALABRAS




Aclaración necesaria
Estos escritos que publico en mi blog, bajo el subtítulo de Cartas de una cercana lejanía y, alguno más con otros títulos, son escritos que forman parte de una correspondencia íntima entre dos personas —Josefina y yo— separados por 12 mil kilómetros de distancia que compartimos durante casi cuatro años y, sí ahora son expuestos a la luz pública, es consecuencia de querer ser fiel a la promesa que nos hicimos los dos: sí algún día faltase uno de los dos, publicaríamos en nuestros blogs una parte de nuestra correspondencia amorosa. Esta idea nació porque ya en vida de Josefina habíamos intentado publicar algunos de nuestros escritos, tal como lo hicimos los dos en nuestros blogs. Ahora, después de 20 meses de su partida, le rindo ese pequeño homenaje testimonio de mi cariño y recuerdo inmutable.


Querida Josefina:
En éste, mi primer escrito, quiero por tu parte, como lectora, un esfuerzo de imaginación, por el que a medida que vayas leyéndome imagines mis párrafos como si fuera ese juego tan popular que disfrutábamos cuando éramos niños. Ya sabes que mi divisa en el blog tiene presencia la frase de Nietzsche: —La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño— y que tanto tú como yo hemos gozado jugando, me refiero a la Rayuela.  Sabes que el movimiento de la piedra representa el alma —en este caso la mía— transitando por la vida y que partiendo de la Tierra hay que alcanzar el Cielo. Siempre atentos en no caer en el Infierno. Éste es mi propósito y a tal fin te escribo. ¡Quiero alcanzar el cielo! Mi primer escrito es un planteamiento osado, un desafío a lo desconocido. Un atrevimiento descarado y deliberado para acercarme a la espléndida mujer que presumo que eres. Me encantas como mujer y, te encuentro muy atractiva, me gustas mucho pero tampoco sabría explicar el por qué ese atractivo tuyo —que lo tienes sin duda— ha penetrado tanto en mí. Me has cautivado y tu persona me ha hecho pensar mucho más lejos de lo que era nuestra cordial relación a través del blog. Decido escribirte sin preguntarme nada más y decirte todo lo que mi imaginación alcance para conquistarte y llegar a la más imaginativa intimidad expresada epistolarmente a una mujer.


Tus palabras comentando mis escritos en mi blog tienen consideración y aprecio. La reciente amistad virtual que nos hemos concedido por medio del Facebook ha permitido, en mi caso, conocerte a través de tus abundantes fotografías, de tus actividades, viajes y, constato por la prensa, lo buena jugadora de golf que eres. La media docena de mensajes privados que nos hemos cruzado han propiciado el que ambos nos demostrásemos un interés poco común y, una disposición cierta que alimentase un acercamiento personal e íntimo a través de una comunicación epistolar. Deseo que, con las palabras que te escribo en este momento, conocerte mucho más e intentaré corresponder la oportunidad generosa que nos hemos dado para relacionarnos mediante el correo electrónico secreto que me has facilitado.


No cabe duda que el juego amoroso de las palabras son, con toda probabilidad, el juego más usado por los personajes de los siglos XIX y XX y que, como hemos podido comprobar son, en la mayoría de las cartas de esos personajes, auténticas confesiones inconfesables pero no exentas de una gran belleza, pasión y sinceridad. Uno, que ya tiene muchos años y sabe que la cuestión en la vida no es saber mucho, sino olvidarse de poco, te escribo asumiendo el riesgo por la fuerte seducción que me produce tu persona; riesgo que valoro en su total dimensión. Desde hace unas semanas sueño contigo y me encanta hacerlo. Amo esos instantes en que pienso en ti, adoro estar escribiéndote palabras que sólo son para tus ojos, regalártelas, ofrecértelas como un ramillete de intenciones sinceras y que las considero necesarias exponerlas porque son auténticas. Hay momentos en que uno tiene el conocimiento pleno de sus actos, de sus anhelos, de sus ambiciones y éste, es uno conscientemente apasionado.


Sabiendo muy poco de ti, de tu situación personal y matrimonial, no quiero plantearme descubrir ninguna de las incertezas que, por tu entorno, me impedirían estar escribiéndote en la forma que lo estoy haciendo y que, deliberadamente, no me planteo. Meditar sobre la situación convivencial de tu persona en exceso comportaría valorarlas, sin duda reflexionar sobre ellas sería un ejercicio de prudencia, pero también, por consiguiente, limitativa. Tengo que pensar que tanto tú, querida Josefina, como yo, hemos prescindido de prejuzgar el tiempo venidero, algo que desconociéndolo sí intuimos que nos puede llevar a ser los primeros pobladores de un paraíso ignoto. Creo que partir de ese primer paso el camino que vamos a andar juntos únicamente ya dependerá de nosotros mismos. ¡Y eso es formidable! Lo que pretendo es que con mis palabras sentirme mejor por escribirlas, pero deseando tener la inteligencia y la habilidad de corazón para que a ti también te hagan sentir mejor, cortejada y deseada. Ya sabes que quiero alcanzar el cielo y esto sólo puedo conseguirlo enamorándote. En esta aventura la necesidad de escribir tiene que ser mutua, por un igual, me gustan las palabras concordia recíproca; de tal forma que, al recibir tus palabras llenarme de ti y que las mías te colmaran como persona y, por encima de todo, sentirte mujer, deseada y amada.


Nuestro mundo —la Rayuela de mis palabras— será un universo secreto, real y onírico a la vez, en el que nuestros sueños en el amor no alcanzados seamos capaces de intentar conseguirlos, porque todos soñamos en ser esa otra persona que, cuando éramos jóvenes nadábamos en un océano de ilusiones que no pudimos alcanzar. Todos sabemos que, muchas veces, la elección de lo que creímos que eran seguridades, con los años, nos dimos cuenta que ésas oscurecieron los caminos anhelados.

Me gusta tu sonrisa, me gusta tu pelo, es precioso, me gustas como mujer, mucho! Mis palabras tienen que penetrar en ti, —al menos lo intentaré— han de ser contagiosas, palabras que te sorprendan, te subyuguen y te enamoren. Quiero que mis palabras actúen como una pequeña catarsis que te haga olvidar la —cotidiana normalidad— para convertirla en excitación como cuando tenemos una ligera hipertermia, cuando nuestra piel es más sensible que otros días; predispuesta a someterte a unas caricias intensamente novedosas, un estado casi febril de nuestra dermis temerosa pero excitada por un sueño epistolar que, paulatinamente pueda convertirse en una sutil adicción que te haga gozar de la sensualidad de mis palabras.


Entiendo, por tus palabras, que el hechizo que te causan las mías sean para ti un bálsamo, entonces espero que el aroma de mis palabras te lleguen con fuerza y con delicadeza penetren en cada uno de tus poros. El mundo epistolar, al menos en el que yo quiero sumergirme, está representado por un mundo imaginado contigo, lleno de fantasía sensual que erice nuestra piel, un baño de emociones que, en cada una de nuestras frases, nos prometamos vida. Un universo en el que mostremos lo irreal o extraño como algo cotidiano y común, dando verosimilitud a lo fantástico e irreal de nuestra relación primigenia hasta conseguir que un día la virtualidad se vista con la autenticidad de nuestros ojos.

Y para despedirme, en ése mi primer escrito, deseada Josefina, un beso Moebius y un fragmento del capítulo 7 de Rayuela de Julio Cortázar:

Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Lluís

© Lluís Busom i Femenia




viernes, 7 de julio de 2017

CÓNCAVO CONVEXA | Cartas de una cercana lejanía




Cartas de una cercana lejanía
Dessins Auguste Rodin
Musée Rodin, Paris
Tout au fil de sa vie, c'est avec la complicité d'Eros que Rodin façonna son oeuvre. Ses sculptures comme ses dessins sont un hymne érotique, qui suscitèrent bien souvent le scandale en leur temps...

Cóncavo Convexa  
Buenos días tengas mi Dios, te correspondo con mi deidad otorgada. Ciertamente a esta altura de mi vida es tan halagador recibir un saludo tratándome de “Mi Diosa venerada” que descompones mi serenidad arrebatándome emociones y sentimientos. Pienso en todas las mujeres que desean ser mimadas, tenidas en cuenta, respetadas, valoradas por sus hombres y en las pocas que tienen la felicidad de ver sus deseos hechos realidad. Tus palabras dichas y escritas te imprimen mayor valor a lo que ya reconozco en tu escritura y en tu forma de expresarte; ese don que posees debo cuidarlo y, créeme que lo hago con devoción en mis respuestas. Afortunadamente sabes, y ya sin ninguna duda, que formas parte de mi vida, que te quiero a morir, que te llevo en mi piel y en mi corazón y que no son pocas las horas del día que te dedico. Es una maravilla como tú dices, gozar íntimamente este mundo secreto que nos hemos otorgado. Nos pertenece y debemos preservarlo de aquellos que nos rodean.


Leí un artículo sobre el gato del escultor Fernando Botero en la Rambla del Raval, de tu Barcelona, y de sus innumerables traslados y ubicaciones que ha sufrido dentro de tu ciudad. Me resultó muy entretenido de leer e informativo, si bien tú ya me habías puesto en el tema, el artículo por momentos me hizo pensar en mi cercano viaje a Barcelona. Quiero tocarle las pelotas al gato de Botero —no te pongas celoso— las tuyas también, porque dice la leyenda que quién se las toca volverá nuevamente a ver el gato y, por tanto, esa persona volverá a Barcelona. He estado en tu ciudad tres veces, me gusta mucho Barcelona, es después de París, la ciudad que más me gusta.(No te enfades!) Espero que en esa cuarta visita, Barcelona se convierta en mi preferida gracias a que tú serás mi anfitrión y, como tal, me brindes adecuadamente tu total atención a mi persona. Me encantan las sábanas de seda que has comprado y haberlas elegidas con dos tonos de gris, me parecen preciosas. ¿Cómo sabías que el color gris es el que más me gusta? Me encantará estrenar estas sábanas de seda, sos un capo Lluís, me revolcaré en ellas cuando en febrero esté en Barcelona. ¡Ya va siendo hora de que arruguemos las sábanas!


Son tantas y abundantes las cosas que me ocurren en un mismo tiempo que lo definiría como el torbellino de la vida. Somos una unidad cóncavo convexa, ambos somos mitad que nos abrimos para recibir a la otra. Nosotros estamos dentro y fuera de ese torbellino —fuera— con nuestras vidas separadas y nuestros entornos hechos  y —dentro— es donde nos encontramos tú y yo. Nos escribimos, nos acercamos, nos enamoramos y nos amamos. Es increíble nuestra historia, al menos lo es para mi y lo pienso por el hecho especial de ser mujer, tengo muy presente que a la mujer casada no se le permiten ciertos atrevimientos, siempre hago esa reflexión pensando que, como mujer, abrir una puerta a lo desconocido para acercarme a un hombre que me interesa es un camino peligroso, pero llevo la falda muy bien puesta y asumo el riesgo. Ya sabes, llegaste tú y quebraste todo lo que faltaba por romper de mi matrimonio, fue como en la canción de Chris Rea —Thinking Of You— tú eres como un verano indio en medio del invierno; me gustas como un caramelo duro con sorpresa en el centro... ¡Sos lo máximo!

La evolución de los sentimientos no se pueden manejar con lo que dicta la mente por los convencionalismos sociales. De los sentimientos, altos y bajos, se encarga el cuerpo y el corazón de actualizarlos, y de anteponer prioridades. Con los sentimientos sucede que sin proponértelo se desencadenan por factores que sobrepasan el confort de una estabilidad personal, incluso van más allá de las cuatro paredes de la espléndida casa en la que una pueda vivir. Más de una vez —como me ha ocurrido a mí— son factores externos los que determinan que los sentimientos se rindan a personas que están al margen de donde una cohabita; lo lamentable sería que los sentimientos los matáramos en pos de intereses propios y ajenos, buenos y mezquinos ya que, caso de aniquilarlos, sería una de las heridas más penosas que un ser humano podría causarse a sí mismo.


Con seguridad deben existir, en otras mujeres, tantas otras historias, mejores y peores, que han aparecido sorprendentemente en ese mundo de las redes sociales o como nuestra historia de amor iniciada a través de tu blog. Para mí, como para cada una de ellas, sus historias son únicas, son incomparables, son irrepetibles, son inimitables, en esas cualidades radica el valor que cada una de las mujeres puede llegar a lograr. Y esto es precisamente lo que me está sucediendo contigo. Me gusta estar compartiendo vida contigo, siento que nuestro universo es hermoso, cautivador, posiblemente lo sea por no serlo a plenitud. Universo adornado y armado de tantos detalles que no son nada comunes en la relación convencional de las parejas; eso hace que me sienta exquisitamente tratada, respetada y amada. 

También cuando a mi edad —con más de 30 años de matrimonio— matrimonio que he acotado el cauce y los límites del mismo y, en mi conformismo vital, esperaba poco de la vida en el sentido de que aquello que, como mujer sentí y anhelé de joven sin conseguirlo, pudiera aparecer algún día. Se presentó, fuiste tú Lluís, con tus palabras irresistibles, pujantes, intensas e indomables. Abrí una puerta a lo desconocido con la fuerza de un torrente desbordado, sin cauce, con la rapidez y la fuerza imparable de tus palabras que fluyeron como un regalo a mis oídos y penetraron anegando todo mi ser vibrando sincrónicamente con lo que toda mi vida había deseado en un hombre. Conseguiste mi fascinación de mujer, devolviéndome mi sueño como si fuera una dieciochoañera descubriendo aquello tan hermoso que un día, ya muy lejano, fue mi sueño de mujer.


Nuestra imaginación y nuestra expresión escrita y oral son el motor que lo hace posible, el factor distancia —doce mil kilómetros— es el que permite que se desarrolle tan espontáneamente. Tu voz a través del teléfono ha sido lo que ha dado el auténtico valor a mis deseos ocultos e inconfesos de mujer. Hay días en que pienso en lo osada que soy con mis respuestas, comentarios, acotaciones y acciones, seguramente la distancia que nos separa obra como un confesionario, no por nada alguna vez me prometiste amarme, vestido tú con ropa y anillo de cardenal, seguramente es así como muchas veces te sientes, mi confesor, mi protector, mi Pigmalión, bueno a decir verdad, has sido mi Pigmalión en los aspectos sexuales, si bien yo no soy virgen al encontrarnos, tú me has encaminado por senderos nuevos, muy alegres, muy festivos, muy atractivos, muy desconocidos y muy dulcemente degenerados; deseo siempre poder compartirlos contigo. A diferencia de la obra de George Bernard Shaw tú no me convertiste en una dama refinada, porque ya lo soy reconocidamente dentro de mis círculos en la sociedad a la que pertenezco; pero sí en una nueva mujer que ha aprendido a comportarse y a gozar con naturalidad el universo del amor, un calidoscopio afectivo y romántico de intensa vida contigo.


En mis celos incontrolados estaba absolutamente segura que no estaría dispuesta a amarte esta noche, contradicciones de una mujer que está atrapada por tu persona. Me molesta por ser nuevo en mí ser una mujer celosa, nunca lo fui. En el transcurso del día, gracias a tus escritos, fui recobrando todo mi amor y mi pasión por vos, con el nerviosismo propio de una mujer que desea morir por vos. Comencé a contar cada minuto que faltaba para la hora en que nos encontraríamos; pensé en la ropa que me pondría, en las palabras de amor que te diría al amarte, sólo uno de mis sentidos estaba expectante y el más esperanzado, hasta que al fin pude estar contigo, oír tu voz, fue el maravilloso corolario de la acción imaginada.

Piensa, Lluís que cuando cogí el teléfono para atender tu llamada para encontrarme contigo en esa noche en que podemos hablar porque son las horas en que estoy sola y en esta liberación de la compañía conyugal, mi intimidad imaginada contigo se agiganta. Deseosa de ti, mucho, pero esta noche me sentía distante y celosa por tantas mujeres que parece que te persiguen. Las primeras palabras mías no fueron de entrega incondicional, pero tu voz pausada y tus palabras convincentes de afecto y cariño obraron el milagroso cambio en mi disposición. Tus palabras conciliadoras fueron como un bálsamo para mi cuerpo y mi piel que, poco a poco y sin darme cuenta fue surgiendo en mi cuerpo la necesidad de abrazarte, de sentir la necesidad de amarte, de perderme contigo en esa hora mágica y virtual que es nuestro mundo secreto. Tu voz y tus palabras se confundieron con mis sentidos, todos estaban en alerta, mis ojos imaginando tu pelo, tu barba, tu boca y, en mi pensamiento, mi tacto jugando a acariciar tu piel —siendo la mía— mi boca deseando mezclar mi saliva con la tuya, siempre creo que tu aroma se unirá al mío transformándose en almizcle.

Amado mío, no dejo de pensar en nuestra conversación telefónica, tu voz me cautiva, necesito de este momento mágico, eres tan dulce y tan dueño de tus palabras que se van filtrando por mi estado de ánimo hasta que toda yo empiezo a morir por poseerte, sentía que no me era suficiente una boca para recorrer tu cuerpo, deseaba penetrar en tus venas, nadar en tu sangre, bebiéndote lentamente, gota a gota, dejando que entres en mi, tal cual eres, con todo tu amor y tus instintos. Mi cuerpo era una invitación a vibrar, a gozar, una invitación a morir de amor abrazándonos el alma. Todo esto lo provocaste con tus palabras, palabras sin ninguna carga erótica, simples palabras de cariño, de acercamiento, de contención, de interés, de paciencia. ¿Me explico bien, amor? ¿Te das cuenta de cómo vas penetrando en mí? Amor, con esas palabras hiciste que te deseara hasta el delirio, busqué en mi mente las descripciones que tan bien haces de todo lo que nos gusta cuando nos amamos y, oyéndote murmurar esas palabras de amor, pidiéndome más y más cercanía, cedí. En mi oscuridad habitacional premeditada, de la nada, como una luz apareció tu imagen a mi lado y me vine contigo abrazada a tu cuerpo, me colgué a tu voz, a tus suspiros como una gata caliente.

Fue un momento mágico, un momento vivido en otra dimensión, darte mi amor por teléfono fue perder el control de mi realidad, fue entrar en tu piel obviando la inmensa distancia que nos separa, fue amarte más allá de lo imaginado, fue sublime. Nuestras palabras hasta hace pocos días, mudas, únicamente escritas, desde hace pocas semanas están cobrando vida y sonido, obrando maravillas; oír la musicalidad del te quiero, en tu voz, le dio más vida a mi vida. Gracias mi amor por quererme, por ayudarme a ver el porqué de mis reacciones, por aceptarme con todos mis defectos. Aún no encuentro la manera de serenar mi espíritu, finalizada nuestra charla telefónica, me quedé tendida sobre la cama pensando en tu voz, en tus palabras, buscaba la forma de atrapar ese momento glorioso, no quería que ningún detalle se borrara de mis recuerdos y, de pronto comencé a llorar, no estaba triste, todo lo contrario, pero tampoco mis lágrimas tenían un origen en la alegría de ese instante compartido, no pude encontrar la razón de mi llanto, es extraño, pero no es la primera vez que me sucede, en otras ocasiones, después del éxtasis, de la pequeña muerte pensando en vos, en tus manos, en tus palabras, también he llorado.

Cuanta razón tienes al decir que el placer de nuestra piel se agiganta cuando conscientemente demoramos cada uno de los actos que nos llevan a la culminación de nuestros deseos. Coincides plenamente con tu enemigo que dice: "Lo lento, lo formal, lo ritual, lo teatral, eso es lo erótico. Es una espera sabia, la precipitación nos acerca al animal, más bien." Mario Vargas Llosa, en su libro Los cuadernos de Don Rigoberto.

Tus palabras describiendo nuestros  instantes culminantes son imaginativas, son una caricia; la forma en que me lo cuentas, tienen vuelo, tienen fantasía, puedo interpretar en mi piel las caricias de tu mano, seguramente de esa mano salió toda la energía que guiaba la mía en la búsqueda del éxtasis. Nuestros actos de amor tienen poesía, nunca imaginé poder amar de esta manera, ni en el más creativo de mis sueños pude encontrar imágenes de tamaña belleza. La delicadeza de nuestras palabras, la finura de la puesta en escena, la risa franca y despreocupada de ambos por los vocablos desvergonzados, puras barbaridades que conforman la belleza de nuestro acto de amor. Responder a tus palabras y, hacerlo con otras que estén a la altura de la tuyas, se torna una tarea de alto riesgo, es como caminar por un campo minado de besos, de azotes íntimos, de caricias libidinosas, es como encarar desafiante al viento de la pasión, es como nadar en un mar de secreciones amorosas, termino deseando remontar la ola del apasionamiento y el abandono más maravilloso en esos momentos brutalmente mágicos que una mujer puede sentir.
J.F. Delacroix
© Lluís Busom i Femenia
  

Dessins Auguste Rodin
Musée Rodin, Paris
Tout au fil de sa vie, c'est avec la complicité d'Eros que Rodin façonna son oeuvre. Ses sculptures comme ses dessins sont un hymne érotique, qui suscitèrent bien souvent le scandale en leur temps...