sábado, 23 de abril de 2011

LA SONRISA DE UN NIÑO


Estaba comprando en el súpermercado, era una cola diminuta, sólo dos personas, delante de mí una señora con un cochecito y su niño. El niño se fijó en mí y yo en él... y en su cochecito.

Tengo que hacer un paréntesis en esta historia, tengo un defecto del que nunca curaré, se trata de que por mi profesión de diseñador industrial trabajé durante una muy larga temporada de mi vida diseñando cochecitos de niño y toda clase de artículos relacionados con los primeros meses del bebé. Por eso cuando veo un cochecito, soy un observador analítico y me pongo nervioso al comprobar lo poco femenino que son los cochecitos de ahora. Digamos que soy una persona en que la funcionalidad está acompañada siempre de la estética y del buen gusto. Soy muy crítico con los diseños de cochecitos de hoy día, son antiestéticos parecen más artilugios mecánicos y, desde mi punto de vista, impropios para alojar tan delicada personita.

Prosigo con mi relato, la cajera disponía el separador sobre la cinta del mostrador de 'otro cliente' mientras la mamá iba depositando en la cinta los productos de su compra, yo me entretenía intentanto captar la atención del bebé... me había puesto las gafas en el pelo y jugaba con mis ojos para atraer su atención. 


El bebé me miraba fijamente, casi había ganado su atención y esperaba que muy pronto me regalase una sonrisa. De improviso un ruído y los ojos del bebé se apartaron de los míos y se dirigieron a otro lado iluminándose, había percibido el ruído de algo que era merecedor de su atención y que yo habiéndolo intentado seriamente no logré conseguir. 


Un sonido para mí imperceptible y los ojos del bebé quedaron fijos en las manos de su madre que sujetaba una barra de pan y antes de pasarla a la cinta de la cajera, rompió la punta del pan, CRAC..! ese crac iluminó una sonrisa que en ella quedaron sobreentendidas complicidades, afectos y amores nunca tan bien descritos por la sonrisa de ese niño...
Lluís Busom i Femenia