lunes, 24 de septiembre de 2012

AMAR A UN RUISEÑOR...


Lo real, lo imaginario y lo simbólico son términos utilizados por el médico y psicoanalista francés Jacques Lacan (1901/1981), para señalar unas dimensiones, que él llama registros de lo psíquico. En su tesis estos tres registros —lo real, lo imaginario y lo simbólico— se encuentran relacionados conformando una tópica. Esta tópica constituye una estructura que se puede representar como elementos entrelazados de un modo semejante a un nudo Borromeo. Se llama así al constituido por tres aros enlazados de tal forma que, al separar uno cualquiera de los tres, se liberan los otros dos. Pero estrictamente hablando es un enlace, el cual hago mío para poder explicar mi historia, ya que en ella, las tres partes están presentes y arman mi escrito. Esta característica resulta interesante para la topología combinatoria y para la Teoría de nudos en la que, según Lacan, es un proceso de pensamiento del orden simbólico que involucra siempre una base o soporte en lo real y una representación en el registro de lo imaginario.


"Los problemas del mundo no pueden ser resueltos por los cínicos ni por los escépticos, cuyos horizontes están limitados por las realidades evidentes. Necesitamos gente que pueda soñar cosas que nunca existieron" John Keats
AMAR A UN RUISEÑOR
Es una de las formas de intentar explicar una vivencia que es a la vez, un hecho que se inició de forma imaginativa, se desarrolló simbólicamente de forma virtual y acabo siendo, en gran parte, una realidad que ha arañado con consistencia emociones que han magnificado la percepción de la realidad y, que se han expresado como toda emoción, físicamente.

Esta historia es la sublimación del anudado de esos tres caminos, al que yo he convertido, de forma frágil y poética en un ruiseñor. Es una de las formas de enmascarar lo que uno quiere decir y decírselo a alguien sin nombrar a la persona a quién va dirigido y, por tanto, construir una historia amando un ideal simbólico, imaginado y vivido. Una vez explicado ese pequeño embrollo psicoanalítico, entonces la construcción del relato se convierte espontáneamente fácil, hablas de una puesta de sol, de un lugar, de un árbol o de cualquier otro icono que pueda representar el símbolo de algo que estimas y que la veneración por ese ser querido te hace decir cosas como la de amar a un ruiseñor.

La vida, el pequeño mundo en el que me muevo, han dado más alas a mi pensamiento que a mis piernas, creo que mis palabras tienen el vuelo imaginativo para poder llegar a expresar sentimientos que me nacen hacerlos y expresarlos con convicción. Tampoco creo que ninguna de mis palabras merezcan un análisis del por qué las construyo, las imagino, las siento y las vivo. Sucede, como todo en la vida, que las palabras se piensan, se crean y quedan escritas negro sobre blanco y ya no tienen vuelta atrás. Una vez plasmadas, los matices ya no son posibles hacerlos, quedan dichas y así es como debe ser.

Eres mi ruiseñor, en que el roce de tu piel, me reconforta. Un ruiseñor que ha vuelto a la vida, al menos a la persona que yo te quiero imaginar como ese pájaro al que, como el polen imperceptible se cuela por mi nariz y en mi respiración. Tus maravillosos gorjeos nocturnos han insuflado en mi existencia, vida. La vida se ha apoderado de mí gracias a tus mimos, a tus palabras, a tus flirteos y cantos nocturnos amorosos y, también, a tus picotazos en mi nariz, incluso esas dulces pataditas en mis espinillas que tanto sobresalto me han causado, pero por sobre todas las cosas, emergen nuestras risas, nuestros silencios y nuestros sentimientos.


Un ruiseñor que con tus palabras, con tus sinceridades me he dado cuenta de cuán inmenso es tu corazón, de cuán majestuoso es tu vuelo. Eres ese lindo pájaro que saliendo de la noche de los tiempos, de una acurrucada hibernación, apareces con todas las aspiraciones a sentirte mujer, has vuelto a la vida con esperanzas renovadas. Tampoco quiero atribuirme todo el mérito de tu renacimiento vital, de ser el causante de la explosión de tus alas voladoras que tanta sensación de arropamiento me han dado. Pienso, que es la suerte de los enamorados, que es el Universo generoso quién ha sabido premiar el esfuerzo imaginativo de los dos para que, con la complejidad del Universo de los sentimientos, tengamos firmes caminos por donde andar.

En los primeros tiempos te observé casi a escondidas, pero tus atrevimientos, tus trinos me enamoraron y tu prestancia y tu vuelo elegante me cautivaron. A cada mirada que me dedicaste, a cada roce de tus alas en mi cara supe ver en ti el ruiseñor deseado desde siempre, el más lindo de todos eres tú. Con tus compañeras de vuelo, tú siempre has destacado, siempre tuve preferencia por tu pico sonriente y tus alas envolventes, siempre! Un ruiseñor de pecho generoso, de figura agraciada y esbelta. Cuántas veces te he contemplado mirando con ojos sorprendidos la infinidad de tus movimientos, de tus posturas, suspendida en el aire como si estuvieses colgada de un almendro invisible, un ruiseñor que me ha enseñado y me ha hecho entender la belleza de los árboles, de las flores, de los poetas, incluso sobre Platón para adentrarte sobre las virtudes morales infusas y difusas... en las que, antes de conocerte, has tenido que vivir.

Bueno, bueno, bueno y ahora cómo me bajo de este trono, Smot?! Gracias, ya me creo ruiseñor, me siento cómoda en mi plumaje, me siento poderosa con mi canto, pero por sobretodo me siento inmortal, más allá de como me has hecho sentir, quisiera poder alegrarte, acompañarte, retribuirte en todo tu afecto con mucho más afecto aún.

—Las gracias te las doy yo a ti, Rossignol Philomèle —chant qui aime le chant— linda Luscinia, por aparecer en mi escrito, tu respuesta es la que he estado esperando desde que empecé a escribirte...

Pero lo que me hizo apreciarte de verdad, amada Josefina, sentirte cercana, sentirte mía, fue ese pájaro que, encontrándose en distintos caminos de tu vida, el azar más que ninguna otra cuestión o, tal vez mi caída sorpresiva desde lo alto del cielo, cambiaron rumbos y caminos indecisos que ya formaban y conforman tu vida. Posiblemente reafirmaron lo que tú necesitabas ser. Pero lo que más me llegó a mi interior fueron tus trinos de aceptación, de aceptación amorosa, de entrega amorosa.

Pero mis trinos, mis mimos de noche correspondiendo a tu amor terminan con la posesión de tu alma. Mis gorjeos a otras horas, los de madrugada, cuando el día se levanta ya no son para corresponderte en los juegos que demanda tu amor, sino que son gorjeos de guerra para mantener a raya a otros machos provenientes del Bois de Boulogne, en persistentes viajes migratorios a ultramar.

Me maravilla que haya sido así, tal como he podido comprobar, sentir y acompañarte en ese viaje en que nuestras alas se han rozado tanto, con tanta intensidad acariciadora, que hemos llorado de placer. Posados en el alambre del hilo telefónico se ha producido el cambio —el cambio soñado— tan celebrado por los dos, para contemplar como con tus alas extendidas, mi venerado ruiseñor has echado a volar. Tus patitas están libres, ya te sostienes fuera del alambre comunicador y lo haces con la entrega de ser mi deseado ruiseñor que, por tus vuelos juguetones, sinceridades y gorjeos te haces querer, por eso te quiero y mil cosas más.
Lluís Busom i Femenia 

P.S. Gracias Ruiseñor, por llenar mis ojos con tu sensibilidad e inteligencia y hacer que mi vuelo se eleve cada día un poco más.

Is the merry Nightingale
That crowds, and hurries, and precipitates
With last thick warble his delicious notes,
As he were fearful that an April night
Would be too short for him to utter forth
His love-chant, and disburthen his ful soul
Of all its music!

¡Es el alegre ruiseñor
que concierta y apura y por fin precipita
en cascada de trinos sus notas deliciosas,
temeroso quizá de que esta noche de abril
no le alcance para lanzar
su canto de amor y descargar su alma
de todo lo que es música!

Fragmento de Oda a un ruiseñor, de John Keats.


Oda a un Ruiseñor, de John Keats.
La idea del poema nace porque el ruiseñor que canta con fina maestría, hiere de música al poeta en medio de su abandono silvestre, y tanta felicidad sonora le duele, no por envidia sino por sobreabundancia de gozo. Su yo se eleva por encima de los árboles con sus palabras llenas de poesía, para confundirse con el ruiseñor que allí canta; eso le sirve para comparar la naturaleza trascendental con la transitoriedad del mundo físico, ya que el poeta, que presiente su muerte, ansía esa eternidad. El poeta se siente sumergir en esa penetración total donde la pérdida de identidad funde sensaciones y sentimientos con sus causas, donde se confunden objeto y sujeto.

Oda a un ruiseñor, de John Keat
Oda a un ruiseñor (texto completo)


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