Cordura, arrebato y genio
Por
encima de cualquier otra cosa, Gaudí es un gigante del genio catalán y su obra
máxima —La Sagrada Familia— esconde su espíritu de catalán independentista,
reivindicativo y liberador de la continua imposición castellana y que, tal vez
quede olvidado por otros acontecimientos actuales más visibles y, casi con toda
seguridad olvidado.
Un
paréntesis sobre la lengua catalana
Es
un daño que sufrimos desde hace siglos por la España castellanizadora que, de
la misma forma que promueve y enaltece todo el que hace referencia a su idioma,
destruye en cambio, todo aquello que cree que pueda ser competencia lingüística con otras lenguas que
conviven con la castellana. Primero fue Castilla y después el España actuando
con la prepotencia que le confiere al estar amparada por el Estado, la que se ha convertido en enemiga
de todos los que queremos el catalán. Es la España prepotente y destructora que
minimiza, oculta y absorbe todo lo que haga referencia al catalán.
Ejemplos
los tenemos ‘in extenso’, desde Cristóbal Colom, nombre catalán castellanizado,
hechos históricos del descubrimiento de América plasmados en planos y mapas de origen catalán rehechos y
castellanizados para demostrar que Colom se decía Colón.
Tal como pasa hoy en día
con la destrucción sistemática del catalán en la democracia en la que nuestra lengua se ha convertido en simple lucha política y esta circunstancia es la que da
votos precisamente allí donde no la hablan, ni la quieren, ni la entienden.
Según
esta España uniformadora y retrógrada se ha conseguido en Baleares que no se hable la lengua catalana, sino el mallorquín y el ibicenco. En Valencia, tampoco se habla el
catalán, hablan el valenciano y, ahora recientemente, en la franja de poniente
(frontera con Aragón) tampoco ya se habla catalán, se habla el aragonés oriental. El
ministro de Educación del Partido Popular, José Ignacio Wert así lo ha
considerado. Es la España con complejo de inferioridad y ridícula que así
piensa, y lo hace desde los Reyes Católicos, pasando por Quevedo, las
dictaduras, monarquías y hasta el Partido Popular de hoy en día. Todos han
sometido a la lengua catalana, todos han temido y han combatido nuestro idioma.
Han querido convertir los modismos y variantes del catalán —sin diferencia lingüística— con distintos nombres por diferencia política, es la máxima: "divide y vencerás". Es en contra oposición al nombre de "Països catalans", es una forma de hacerlo sirviéndose de la leyes españolas para esconder la realidad catalana.
No se puede entender que en la España castellana, en plena democracia, no exista ninguna universidad que se enseñe el catalán, como sí lo hacen con total normalidad en Salzburgo, Montreal, Oxford, Reims, Colonia, Croacia, Cuba, Estonia, Lituania, Rusia, Hungría, La India, Serbia y tantas decenas más de países y ciudades.
Han querido convertir los modismos y variantes del catalán —sin diferencia lingüística— con distintos nombres por diferencia política, es la máxima: "divide y vencerás". Es en contra oposición al nombre de "Països catalans", es una forma de hacerlo sirviéndose de la leyes españolas para esconder la realidad catalana.
No se puede entender que en la España castellana, en plena democracia, no exista ninguna universidad que se enseñe el catalán, como sí lo hacen con total normalidad en Salzburgo, Montreal, Oxford, Reims, Colonia, Croacia, Cuba, Estonia, Lituania, Rusia, Hungría, La India, Serbia y tantas decenas más de países y ciudades.
Gaudí,
un catalán más que sufrió la imposición del castellano.
El
que voy a explicar de Gaudí fue, posiblemente, una señal de arrebato dentro de
la cordura del hombre genial que era, al menos a mí me gusta pensarlo así. Para
entender lo que quiero decir tenemos que situarnos en la época final de su vida
en plena abolición de las libertades catalanas que Gaudí le tocó vivir.
Eran
tiempos difíciles de la dictadura de Primo de Rivera, favorecida por el rey
Borbón Alfonso XIII e inspirada en el fascismo de Mussolini. Dictadura que por
los agravios en qué fueron tratados los catalanes parecía una nueva redición de
la dictadura borbónica de Felipe V, puesto que se volvían aplicar las
vejaciones con procedimientos restrictivos y con un rigor infame en contra de
Cataluña y de los catalanes, intentando conseguir la sumisión total de la
población catalana, de sus derechos, de nuestra lengua y de todas las
instituciones catalanas. (Consejo de Ciento, símbolos, himnos, banderas,
etcétera). El ejercicio de los derechos y libertades de Cataluña, así como la
vigencia de sus instituciones se han visto en diferentes épocas interrumpidas,
contra su voluntad y que, como una constante maléfica, se han tenido que sufrir
durante largos periodos de la historia.
Después
de la derrota de Cataluña en 1714 y con el Decreto de Nueva Planta (16/01/1716)
la vejaciones y prohibiciones en Cataluña fueron gigantescas, desde entonces
Cataluña ha tenido que luchar —en más o menos intensidad— para no morir
ahogados. Sectores políticos, monárquicos, religiosos y económicos nos han
fustigado para eliminar la lengua catalana. No podemos olvidar en la iglesia
que, a través del arzobispo Mayoral (1730), ordenó a los rectores de sus
parroquias que castellanizaran todos los nombres y apellidos en los registros
parroquiales. La economía de Cataluña se vio afectada cuando los puertos
catalanes tuvieron la prohibición de comerciar con América y que no se recuperó
hasta el reinado de Carlos III.
Sin
olvidar que las normas de la arquitectura de la ciudad de Barcelona, desde el
Decreto de Nueva Planta, se mantenían estrechamente relacionada con la opresión
que se ejercía sobre la ciudad por parte de las fuerzas colonizadoras. Pensemos
que las casas de Barcelona tenían que tener menos altura que las torres de la
ignominiosa fortaleza de la Ciudadela que mandó construir Felipe V. De este
modo se facilitaba que desde la fortaleza pudieran bombardear la ciudad cuando
quisieran.
Antoni
Gaudí fue humillado por el España castellanizadora. Un 11 de septiembre de
1924, las autoridades españolas cerraron las iglesias de Barcelona para impedir
la celebración de la Fiesta Nacional de Cataluña, pero Gaudí, un catalán
independentista de 72 años estuvo en la iglesia de Santos Justo y Pastor para
rendir memoria a los héroes caídos en combate para defender las libertades de
Cataluña. Gaudí fue detenido por la policía y llevado a la comisaria en la cual
se negó a hablar en castellano, este hecho provocó que fuera arrestado,
maltratado, gravemente insultado y humillado por los guardias. En su intimidad,
Gaudí vivía tan separado de España que actuaba cómo si no supiera ni quisiera
hablar en castellano, porque llegó a la conclusión madura y firme que, sin la
independencia, no había posibilitados de vivir en Cataluña sin una política
propia que fuera justa, honesta y reformadora.
Gaudí
influido por tantas prohibiciones que Cataluña había sufrido a través de la
historia, al proyectar la altura de las torres de la Sagrada Familia era una
forma de reírse abiertamente de los Borbones y de sus prohibiciones, puesto que su
proyecto contiene torres de 130 metros de altura y la torre central que
coronará la obra tendrá 170 metros. La imagen de su gran obra, al contrario de lo que querían y habían dispuesto los Borbones. Aquella Barcelona minimizada por las alturas de sus
edificios, la convierte en papel mojado y en una de las victorias más espectaculares de la
catalanidad de Gaudí.
Ya
en plena dictadura en 1925 Gaudí acabó el primer campanario de la fachada del
Nacimiento, dedicado a Santo Bernabé, de 100 metros de altura. Esta fue la
única torre que Gaudí pudo ver construida, puesto que el 10 de junio de 1926
murió de un trágico accidente ocurrido tres días antes, al ser atropellado por
un tranvía. El día 12 fue enterrado en la Capilla de Carmen de la cripta del
Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, donde todavía hoy reponen sus restos.
Reflexión final:
Hace
tantos años, tantos siglos que nuestra lengua es maltratada y cuestionada por
tantos sectores que tendríamos que hacer algo para poder evitarlo
definitivamente. Unas veces el maltrato lo recibimos por los enemigos
declarados, con estos ya no nos pueden engañar —sabemos quiénes son— van en
contra de la lengua catalana. Pero hay otros que, unas veces hacen políticas
subordinadas —no son autónomos— y votan el que los mandan, son partidos
sucursalistas que votan en Madrid el contrario del que votan en Cataluña. Es
como tener la 'Quinta columna' dentro de casa y no tenemos que consentirlo.
Cuando tengamos la oportunidad de votar nuevamente, de escoger al partido que
defienda más nuestros intereses, tendríamos de votar en favor de aquellos que
defienden nuestra lengua y que, visto el panorama restrictivo que España nos ha
sometido, tal vez es la hora de tomar una decisión valiente intentando
conseguir la independencia de Cataluña.
Lluís Busom i Femenia
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