sábado, 19 de febrero de 2011

PASIÓN POR LOS GATOS


PASIÓN POR LOS GATOS
Tengo predilección por los gatos y en una época de mi vida tuve la suerte de compartir un gato, lo compartí en familia y, con seguridad, mi pasión por los gatos vienen de esa grata convivencia durante unos cuantos años. Ya se sabe que el roce diario hace que el afecto crezca y se desarrolle. Esa convivencia generó como una especie de alianza/admiración y que, desde que se murió, se ha mantenido dentro de mi persona de una forma aletargada, manifestándose ahora con fuerza, quizás por la añoranza de ese tiempo compartido.

Esa época vivida en compañía fue una gran experiencia que sólo me trae buenos recuerdos. En alguno de mis escritos el gato ha sido protagonista de cuentos e historias, a veces introducido como la voz de un gato/filósofo con voz crítica y discrepante de lo que acababa de escribir. Otras poniéndome en su piel, en un acto de introspección y haciendo opinar a un psiquiatra sobre esa dualidad narrativa. Ver
Diálogos con el psiquiatra. 



El gato me ha servido de contrapunto y de concordancia armoniosa de una voz contrapuesta a la mía y, alguna vez, para hacerle decir al gato lo que yo no quería decir o que deliberadamente obviaba. Fue usado como gato contradictorio y respondón, pocas veces, para darme la razón o reafirmarse en el contenido de mis palabras.

Es un animal que -genéricamente- aprecio, me gustan los gatos. Había un buen escritor/periodista que su preferencia eran los gatos, Francisco Umbral (1935-2007) Premio Cervantes, distinguía a las personas según su preferencia fueran los perros o los gatos, él siempre ironizaba que existía una gran diferencia entre los dueños de un perro y los de un gato. Umbral consideraba que su gato era el ser totémico por excelencia de su vida, lo que venía a decir es que su gato era el símbolo protector e inspirador de sus horas creativas que, a solas pero en compañía de él, construía sus historias.

Puesto a ponerme en la piel de un gato voy a hacer un ejercicio de introspección escribiendo una festiva y banal correspondencia entre un gato y una gata que describen su pequeña historia de amor. 



CARTA DE AMOR DE UN GATO...

Mi querida Alcachofita:

Concentrado en este momento trascendente quiero ser el primer gato que escribe una carta de amor a una gata preciosa de rayas grises... Te imaginé recordando tus andares de esta mañana por el tejado y empecé a mover la patita sobre la hoja de papel, la verdad que me había costado mucho aprender a ponerme el boli entre las zarpa, pero ahora las primeras letras ya empiezan a salir de mi cabeza y van quedando escritas en mi carta.

No sé como empezar para traducir en palabras los sentimientos que tengo para ti. Cuando tú apareces sobre el tejado y te veo, todo mi cuerpo se contrae y se convierte en el ser más débil del patio vecinal, nunca me he sentido tan frágil con una gata. Mis ojos se agigantan para poder admirarte, ver como tu esbelta figura tiene aquel andar tan bonito e inseguro a la vez, no se si es un andar estudiado, pero tienes un andar precioso y cuando te detienes ver tu carita tan linda me enamora. Y tus rayas grises... oh! tus rayas grises son como ágatas preciosas que resaltan tu belleza.

Ayer cuando me miraste me di cuenta que tus ojos son como dos soles que dan vida a quien los mira, son rayos de luz que cuando el día se oscureció penetraron hasta el fondo de mi ser y, en esta oscuridad, noté tu piel rozando la mía, fue cuando mi lengua lamió tu patita, mis papilas gustativas enloquecieron y el aroma de tu piel permanecerá eternamente en mí. En plena oscuridad fuiste mía y te amé; yo fui tuyo y me amaste, fue maravilloso... ahora soy un gato que llevo tu aroma por siempre y... tardaré mucho en lavarme, quiero conservar tu aroma sólo para mí. Eternamente, tu gato
CARTA DE AMOR DE UNA GATA...
Mi querido Champiñón:

Nada más te veo a lo lejos, más que gatear por los tejados haces que me eleve por las nubes. Qué palabras tan bonitas sabes decirme, me siento una gata erizada al estar junto al rey de los tejados... cómo sabes mover la cola, qué ronroneo tan dulce me das. Cuando me trajiste a la buhardilla en casi total oscuridad sentí como tu pelo y el mío se juntaban, me sentí perdida y me cogió un temblor que no sabía como detenerlo.. mis patitas casi no tocaban el suelo, mientras tú me decías:

—Si no hace frío Alcachofita, acércate que te daré el calor de mi cuerpo.

Yo pensaba si era tu piel la que me hacía tener escalofríos, cuando más me estrechabas, más temblaba, pero al rato me sentí protegida y amada. Hubo un momento en que me abandoné... dentro de tus brazos, fue un momento muy especial en que —tú con la oscuridad no lo viste— me quedé desnuda... si desnudada porque se me cayeron las rayas grises al suelo... ¡Dios mío! Estaba perdiendo mis preciosas rayas y te las entregaba haciéndote ofrenda de mi ser en el acto de amor más puro.

Enloquecida por tu aroma, enloquecida por mi Champiñón... eres mío por siempre! 
Tu Alcachofita

Lluís Busom i Femenia