lunes, 7 de junio de 2010

Sonrisas por un pequeño 'crack'


Estaba comprando en el súpermercado cercano a mi casa, estaba en una cola diminuta, sólo dos personas, una señora con un cochecito y su niño, la cajera disponía la barra de 'otro cliente' mientras la mamá iba depositando en la cinta los productos de su compra. Yo me entretenía intentando captar la atención de su bebé... le dediqué sonrisas, guiños, mientras jugaba con el periódico ocultaba mi cara intentando sorprenderle. Poco a poco su atención me correspondía, sus ojos me contemplaban como si estuviera en un teatro de guiñol que yo le ofrecía, como si mis dedos subiendo y bajando del periódico fueran marionetas que interpretan -para mi único espectador- una obra improvisada del teatrillo de guiñol.

De improviso un ruído y los ojos del bebé se apartaron de los míos iluminándose como faros destelleantes dirigiéndose al lugar donde se había producido el ruído que había captado toda su atención. Un sonido imperceptible para mí, pero sí netamente percibido por él, los ojos del bebé quedaron expectantes y fijos en las manos de su madre que había producido el ruidito de la bolsa de papel de una barra de pan y que, antes de pasarla a la cinta de la cajera, rompió la punta del pan, crack..! ese crack iluminó una amplia sonrisa que en ella quedaron sobreentendidas complicidades, afectos y amores nunca tan bien expresados por los dos.

Lo verdadero, lo auténtico, se presenta a nuestra puerta de la forma más sencilla y natural, somos nosotros los que, en nuestras complicadas dudas, llegamos a aceptar lo conveniente después de haber andado los caminos más complicados. Debiéramos ser siempre niños, ellos nunca se equivocan, son directos y recíprocos tanto como el reflejo de un rayo de sol en un espejo. Corresponden dando afecto aunque no sepan, ni se preocupen en saber el por qué de sus motivaciones.