jueves, 21 de agosto de 2014

GIOCONDA BELLI | Non, Je ne regrette rien.



GIOCONDA BELLI / Non, Je ne regrette rien.

(…) desde la mujer que soy, a veces me da por contemplar aquellas que pude haber sido; las mujeres primorosas, hacendosas, buenas esposas, dechado de virtudes, que deseara mi madre… (…) no quepo en el molde perfecto de esas mujeres, de sus sueños, porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable, que se enamora como alma en pena de causas justas, hombres hermosos, y palabras juguetonas. Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada, e hice el amor sobre escritorios —en horas de oficina— y rompí lazos inviolables y me atreví a gozar el cuerpo sano y sinuoso con que los genes de todos mis ancestros me dotaron.

No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones. No me arrepiento de nada, non, je ne regrette rien, como dijo Édith Piaf. Pero en los pozos oscuros en que me hundo, cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos, siento las lágrimas pujando; veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo, blandiendo condenas contra mi felicidad...

Como Édith Piaf, Gioconda Belli no se arrepiente de nada. Nada de lo que ha vivido ha sido superfluo. Gioconda Belli nació el 9 de diciembre de 1948 en Managua (Nicaragua). De familia acomodada, su padre, Humberto Belli, era empresario y su madre, Gloria Pereira, fue fundadora del Teatro Experimental de Managua. Estudió el bachillerato en Madrid donde obtuvo el título en 1965. Tras un breve período en Filadelfia (USA) obtuvo un diploma en Publicidad y Periodismo, posteriormente regresó a Managua. Sus poemas aparecieron por primera vez en 1970 en el semanario cultural del diario La Prensa de ese país. Su poesía, considerada revolucionaria en su manera de abordar el cuerpo y sensualidad femenina, causó gran revuelo. Su libro “Sobre la grama” ganó en 1972, el premio de poesía más prestigioso del país en esos años, el “Mariano Fiallos Gil” de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.

Según la aspiración de los mejores poetas del pasado Siglo XX, la belleza sería revolucionaria o no sería. En los poemas de Gioconda Belli recogidos en su libro “Línea de Fuego” adquieren carta de naturaleza, donde su expresión poética —su palabra— se convierte en un torrente de vitalidad. Su poesía transmite una inequívoca afirmación de identidad y liberación individual como persona y como mujer. Para Gioconda Belli los momentos que vive su país, Nicaragua, son trascendentales, empeñada como una más de su pueblo en derrotar a la tiranía de los Somoza.


Gioconda Belli y Ernesto Cardenal

Fue una firme opositora a la dictadura de Somoza, por lo que tuvo que exiliarse a México y a Costa Rica. Se integró a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), organización en la que militó desde 1970 hasta 1994. Fue miembro de la Comisión Político-Diplomática del FSLN. Fundadora del suplemento literario Ventana del diario Barricada. Fue correo clandestino, transportó armas, viajó por Europa y América Latina obteniendo recursos y divulgando la lucha sandinista. Obtuvo el Premio Casa de las Américas (Cuba) 1978 por su libro “Línea de Fuego”.

El poema "Vestidos de dinamita", incluido en su libro “Línea de Fuego” escrito meses antes a la revolución sandinista. Su palabra, su voz, irrumpe a borbotones desde el exilio, en momentos en que Nicaragua vive una crisis histórica que, culminaría  con el levantamiento sandinista. Su palabra escrita, su emotividad, su necesidad de intervenir por la libertad de su pueblo la hace más revolucionaria, más radical en la defensa de la libertad de su pueblo.


“Vestidos de dinamita” / Gioconda Belli
Me tengo que ir a comprar las pinturas con las que me disfrazo todos los días para que nadie adivine que tengo los ojos chiquitos (como de ratón o de elefante). Estoy yéndome desde hace una hora pero me retiene el calor de mi cuarto y la soledad que, por esta vez, me está gustando y los libros que tengo desparramados en mi cama como hombres con los que me voy acostando, en una orgía de piernas y de brazos que me levantan el desgano de vivir y me arañan los pezones, el sexo, y me llenan de un semen especial hecho de letras que me fecundan y no quiero salir a la calle con la cara seria cuando quisiera reír a carcajadas sin ningún motivo en especial más que este sentirme preñada de palabras, en lucha contra la sociedad de consumo que me llama con sus escaparates llenos de cosas inalcanzables y a las que rechazo con todas mis hormonas femeninas cuando recuerdo las caras gastadas y tristes de las gentes en mi pueblo que deben haber amanecido hoy como amanecen siempre y como seguirán amaneciendo hasta que no nos vistamos de dinamita y nos vayamos a invadir palacios de gobierno, ministerios, cuarteles... con un fosforito en la mano.

La mujer habitada
(…) La eterna lucha por una sociedad justa, se repite mágicamente en “La mujer habitada”, donde el naranjo es el símbolo de la lucha de la mujer originaria contra el poder español de la cruz y la espada y a través de su sávila transmite a la mujer mestiza actual, que a pesar de pertenecer a una rancia aristocracia, siente que los sueños de aquellos de clase media intelectual contra la dictadura, ubicada como sucedió en realidad en esta América Latina, sangra por sus venas…

Tengo una especial admiración por Gioconda Belli, por su palabra contundente, precisa, sin rodeos y sin enmascaramientos; dice lo que quiere decir, lo que quiere que se entienda y, lo hace, sin paliativos, directa como una flecha. Es una persona que irradia felicidad, cuando se ríe su rostro se ilumina, transmite una alegría contagiosa. Es una persona segura, envuelta en serenidad e interés, de ser una persona que ha vivido una vida intensa, que ha sido feliz. Es una mujer hermosa, de cabello salvaje y labios sensuales, en definitiva, una mujer cautivadora tanto por su inteligencia como lo que su presencia consigue contagiar.
Con el poema “Los portadores de sueños” cierro —fugazmente— esa época, época de meditación, de cambios y plenitud; de euforias, pero también de temores y tristezas por un mundo imperfecto. Una época en la que ella, como mujer, tuvo que enfrentarse a situaciones preconcebidas de una sociedad en que, la mujer tuvo que abrirse paso, a codazos, a empujones, a palabras… no tuvo más remedio. ¡Lleva la falda muy bien puesta!

Los portadores de sueños | Gioconda Belli
En todas las profecías
está escrita la destrucción del mundo.
Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su propia destrucción.
Pero los siglos y la vida
que siempre se renueva
engendraron también una generación
de amadores y soñadores,
hombres y mujeres que no soñaron
con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del mundo
de las mariposas y los ruiseñores.

Desde pequeños venían marcados por el amor.
Detrás de su apariencia cotidiana
Guardaban la ternura y el sol de medianoche.
Las madres los encontraban llorando
por un pájaro muerto
y más tarde también los encontraron a muchos
muertos como pájaros.
Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas
y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos
por un invierno de caricias.

Así fue como proliferaron en el mundo los portadores sueños,
atacados ferozmente por los portadores de profecías habladoras de catástrofes.
los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías
dijeron que sus palabras eran viejas
y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso es antigua
el corazón del hombre.

Los acumuladores de riquezas les temían
lanzaban sus ejércitos contra ellos,
pero los portadores de sueños todas las noches hacían el amor
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas
que no sólo portaban sueños sino que los multiplicaban
y los hacían correr y hablar.

De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida
como también había engendrado
a los que inventaron la manera
de apagar el sol.

Los portadores de sueños sobrevivieron a los climas gélidos
pero en los climas cálidos casi parecían brotar por generación espontánea.
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias torrenciales.
Tuvieron algo que ver con esto,
La verdad es que como laboriosas hormiguitas
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir hermosos mundos,
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se llamaban compañeros,
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban en las muertes,
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se
ayudaban en el arte de querer y en la defensa de la felicidad.
Eran felices en su mundo de azúcar y de viento
de todas partes venían a impregnarse de su aliento de sus claras miradas
hacia todas partes salían los que habían conocido portando sueños
soñando con profecías nuevas que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores
y de que el mundo no tendría que terminar en la hecatombe.
Por el contrario, los científicos diseñarían
puentes, jardines, juguetes sorprendentes
para hacer más gozosa la felicidad del hombre.

Son peligrosos
—imprimían las grandes rotativas
Son peligrosos
—decían los presidentes en sus discursos
Son peligrosos
—murmuraban los artífices de la guerra.

Hay que destruirlos
—imprimían las grandes rotativas
Hay que destruirlos
—decían los presidentes en sus discursos
Hay que destruirlos
—murmuraban los artífices de la guerra.

Los portadores de sueños conocían su poder por eso no se extrañaban
también sabían que la vida los había engendrado
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías
y por eso defendían su vida aun con la muerte.

Por eso cultivaban jardines de sueños
y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches y días enteros
vigilando los pasajes y los caminos
buscando estos peligrosos cargamentos
que nunca lograban atrapar
porque el que no tiene ojos para soñar
no ve los sueños ni de día, ni de noche.
Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de sueños
que no pueden detener los traficantes de la muerte;
por doquier hay paquetes con grandes lazos
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver
la semilla de estos sueños no se puede detectar
porque va envuelta en rojos corazones
en amplios vestidos de maternidad
donde piesecitos soñadores alborotan los vientres
que los albergan.
Dicen que la tierra después de parirlos
desencadenó un cielo de arcoíris
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto
sabemos que la vida los engendró
para protegerse de la muerte que anuncian las
profecías.

Hay otros poemas que son de íntima vitalidad, en los que su verbo es imaginativo y contundente, gestionando la condición femenina como un hecho tangible, irrenunciable y lleno de ternura apasionada. Una mujer, mujer! Quiero terminar esa aproximación a su inmensa obra con una selección de sus poemas:




Amo a los hombres y les canto... | Gioconda Belli
Amo a los hombres
y les canto.

Amo a los jóvenes
desafiantes jinetes del aire,
pobladores de pasillos en las Universidades,
rebeldes, inconformes, planeadores de
          mundos diferentes.
Amo a los obreros,
esos sudorosos gigantes morenos
que salen de madrugada a construir ciudades.
Amo a los carpinteros
que reconocen a la madera como a su mujer
y saben hacerla a su modo.
Amo a los campesinos
que no tienen más tractor que su brazo
que rompen el vientre de la tierra y la poseen.
Amo, compasiva y tristemente, a los complicados
          hombres de negocios
que han convertido su hombría en una sanguinaria
          máquina de sumar
y han dejado los pensamientos más profundos, los
          sentimientos más nobles
por cálculos y métodos de explotación.

Amo a los poetas —bellos ángeles lanzallamas—
que inventan nuevos mundos desde la palabra
y que dan a la risa y al vino su justa y proverbial importancia.
que conocen la trascendencia de una conversación
tranquila bajo los árboles,
a esos poetas vitales que sufren las lágrimas y van
y dejan todo y mueren
para que nazcan hombres con la frente alta.
Amo a los pintores —hombres colores—
que guardan su hermosura para nuestros ojos
y a los que pintan el horror y el hambre
para que no se nos olvide.
Amo a los solitarios pensadores
los que existen más allá del amor y de la comprensión sencilla
los que se hunden en titánicas averiguaciones
y se atormentan día y noche ante lo absurdo de las respuestas.

A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana,
con un amor que es más grande que yo toda,
que me supera y me envuelve como un océano
donde todo el misterio se resuelve en espuma...

Amo a las mujeres desde su piel que es la mía.
A la que se rebela y forcejea con la pluma y la voz desenvainadas,
a la que se levanta de noche a ver a su hijo que llora,
a la que llora por un niño que se ha dormido para siempre,
a la que lucha enardecida en las montañas,
a la que trabaja -mal pagada- en la ciudad,
a la que gorda y contenta canta cuando echa tortillas
en la pancita caliente del comal,
a la que camina con el peso de un ser en su vientre
enorme y fecundo.
A todas las amo y me felicito por ser de su especie.
Me felicito por estar con hombres y mujeres
aquí bajo este cielo, sobre esta tierra tropical y fértil,
ondulante y cubierta de hierba.
Me felicito por ser y por haber nacido,
por mis pulmones que me llevan y me traen el aire,
porque cuando respiro siento que el mundo todo entra en mí
y sale con algo mío,
por estos poemas que escribo y lanzo al viento
para alegría de los pájaros,
por todo lo que soy y rompe el aire a mi paso,
por las flores que se mecen en los caminos
y los pensamientos que, desenfrenados, alborotan en las cabezas,
por los llantos y las rebeliones.
Me felicito porque soy parte de una nueva época
porque he comprendido la importancia que tiene mi existencia,
la importancia que tiene tu existencia, la de todos,
la vitalidad de mi mano unida a otras manos,
de mi canto unido a otros cantos.
Porque he comprendido mi misión de ser creador,
de alfarera de mi tiempo que es el tiempo nuestro,
quiero irme a la calle y a los campos,
a las mansiones y a las chozas
a sacudir a los tibios y haraganes,
a los que reniegan de la vida y de los malos negocios,
a los que dejan de ver el sol para cuadrar balances,
a los incrédulos, a los desamparados, a los que han
          perdido la esperanza,
a los que ríen y cantan y hablan con optimismo;
quiero traerlos a todos hacia la madrugada,
traerlos a ver la vida que pasa
con una hermosura dolorosa y desafiante,
la vida que nos espera detrás de cada atardecer
—último testimonio de un día que se va para siempre,
que sale del tiempo y que nunca volverá a repetirse—.
Quiero atraer a todos hacia el abrazo de una alegría que comienza,
de un Universo que espera que rompamos sus puertas
con la energía de nuestra marcha incontenible.
Quiero llevaros a recorrer los caminos
por donde avanza -inexorable- la Historia.
Porque los amo quiero llevarlos de frente a la nueva  mañana,
mañana lavada de pesar que habremos construido  todos.

Vámonos y que nadie se quede a la zaga,
que nadie perezoso, amedrentado, tibio, habite la faz  de la tierra
para que este amor tenga la fuerza de los terremotos,
de los maremotos,
de los ciclones, de los huracanes
y todo lo que nos aprisione vuele convertido en desecho
mientras hombres y mujeres nuevos
van naciendo erguidos
luminosos
como volcanes...

Vámonos
Vámonos
Vámonoooos!!!


Recorriéndote | Gioconda Belli 
Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños
ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a tambores y vida continuada.

Quedarme allí un rato largo
enredando mis manos
suave y negro bajo mi piel desnuda
seguir después hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar allí
a ese lugarcito
   —apretado y secreto—
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mí
en toda su dureza de macho enardecido.

Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta
con las que vienes a mí
con las que me sostienes,
las que enredas en la noche entre las mías
blandas y femeninas.

Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aun que recorrer sin mí
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mía,
hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta que entres en mí
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la arena de las sábanas.


Eva advierte sobre las manzanas | Gioconda Belli
"Allí te quedo en el pecho,
por muchos años que me goces”
C.M.R.

Con poderes de Dios
—centauro omnipotente—
me sacaste de la costilla curva de mi mundo
lanzándome a buscar tu prometida tierra,
la primera estación del paraíso.

Todo dejé atrás.
No oí lamentos, ni recomendaciones
porque en todo el Universo de mi ceguera
solo vos brillabas
recortado sol en la oscuridad.

Y así,
Eva de nuevo,
comí la manzana;
quise construir casa y que la habitáramos,
tener hijos para multiplicar nuestro estrenado territorio.
Pero, después,
sólo estuvieron en vos
las cacerías, los leones,
el elogio a la soledad
y el hosco despertar.

Para mí solamente los regresos de prisa,
tu goce de mi cuerpo,
el descargue repentino de ternura
y luego,
una y otra vez, la huida
tijereteando mi sueño,
llenando de lágrimas la copa de miel
tenazmente ofrecida.

Me desgasté como piedra de río.
Tantas veces pasaste por encima de mis murmullos,
de mis gritos,
abandonándome en la selva de tus confusiones
sin lámpara, ni piedras para hacer fuego y calentarme,
o adivinar el rumbo de tu sombra.

Por eso un día,
vi por última vez
tu figura recostada en el rojo fondo de la habitación
donde conocí más furia que ternura
y te dije adiós
desde el caliente fondo de mis entrañas,
desde el río de lava de mi corazón.

No me llevé nada
porque nada de lo tuyo me pertenecía
—nunca me hiciste dueña de tus cosas—
y saliste de mí
como salen —de pronto—
desparramados, tristes,
los árboles convertidos en trozas,
muertos ya,
pulpa para el recuerdo,
material para entretejer versos.

Fuiste mi Dios
y como Adán, también
me preñaste de frutas y malinches,
de poemas y cogollos,
racimos de inexplicables desconciertos.

Para nunca jamás
esta Eva verá espejismos de paraíso
o morderá manzanas dulces y peligrosas,
orgullosas,
soberbias,
inadecuadas
para el amor.


© Lluís Busom i Femenia

Obras publicadas
Sobre la grama (1972) - Poesía
Línea de fuego (1978) - Poesía
Truenos y arco iris (1982) - Poesía
Amor insurrecto (1984) - Poesía (Antología)
De la costilla de Eva (1986) - Poesía
La mujer habitada (1988) - Novela
Poesía reunida (1989) - Poesía
Sofía de las presagios (1990) - Novela
El ojo de la mujer (1991) - Poesía (Antología)
Sortilegio contra el frío (1992)
El taller de las mariposas (1994) - Cuento infantil
Waslala (1996) - Novela
Apogeo (1997) - Poesía
El país bajo mi piel, memorias de amor y de guerra (2001) - Autobiografía
El pergamino de la seducción (2005) - Novela
Fuego soy apartado y espada puesta lejos (2006) - Poesía
El infinito en la palma de la mano (2008) - Novela
El país de las mujeres (2010) - Novela
En la avanzada juventud (2013) - Poesía

Gracias Gioconda Belli por leer mi escrito dedicado a ti. 




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