GIOCONDA BELLI / Non, Je ne regrette rien.
(…) desde la mujer que soy, a
veces me da por contemplar aquellas que pude haber sido; las mujeres
primorosas, hacendosas, buenas esposas, dechado de virtudes, que deseara mi
madre… (…) no quepo en el molde perfecto de esas mujeres, de sus sueños, porque
me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable, que se enamora como
alma en pena de causas justas, hombres hermosos, y palabras juguetonas. Porque,
de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada, e hice el amor sobre escritorios
—en horas de oficina— y rompí lazos inviolables y me atreví a gozar el cuerpo
sano y sinuoso con que los genes de todos mis ancestros me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les
agradezco los dones. No me arrepiento de nada, non, je ne regrette rien, como dijo Édith Piaf. Pero en los pozos
oscuros en que me hundo, cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos, siento
las lágrimas pujando; veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo, blandiendo
condenas contra mi felicidad...
Como Édith Piaf,
Gioconda Belli no se arrepiente de nada. Nada de lo que ha vivido ha sido
superfluo. Gioconda Belli nació
el 9 de diciembre de 1948 en Managua (Nicaragua). De familia acomodada, su
padre, Humberto Belli, era empresario y su madre, Gloria Pereira, fue fundadora
del Teatro Experimental de Managua. Estudió el bachillerato en Madrid donde
obtuvo el título en 1965. Tras un breve período en Filadelfia (USA) obtuvo un
diploma en Publicidad y Periodismo, posteriormente regresó a Managua. Sus
poemas aparecieron por primera vez en 1970 en el semanario cultural del diario
La Prensa de ese país. Su poesía, considerada revolucionaria en su manera de
abordar el cuerpo y sensualidad femenina, causó gran revuelo. Su libro “Sobre
la grama” ganó en 1972, el premio de poesía más prestigioso del país en esos
años, el “Mariano Fiallos Gil” de la Universidad Nacional Autónoma de
Nicaragua.
Según la aspiración de los mejores poetas del
pasado Siglo XX, la belleza sería revolucionaria o no sería. En los poemas de
Gioconda Belli recogidos en su libro “Línea de Fuego” adquieren carta de
naturaleza, donde su expresión poética —su palabra— se convierte en
un torrente de vitalidad. Su poesía transmite una inequívoca afirmación de
identidad y liberación individual como persona y como mujer. Para Gioconda
Belli los momentos que vive su país, Nicaragua, son trascendentales, empeñada
como una más de su pueblo en derrotar a la tiranía de los Somoza.
Gioconda Belli y Ernesto Cardenal
Fue una firme
opositora a la dictadura de Somoza, por lo que tuvo que exiliarse a México y a Costa
Rica. Se integró a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN),
organización en la que militó desde 1970 hasta 1994. Fue miembro de la Comisión
Político-Diplomática del FSLN. Fundadora del suplemento literario Ventana del
diario Barricada. Fue correo clandestino, transportó armas, viajó por Europa y
América Latina obteniendo recursos y divulgando la lucha sandinista. Obtuvo el
Premio Casa de las Américas (Cuba) 1978 por su libro “Línea de Fuego”.
El poema
"Vestidos de dinamita", incluido en su libro “Línea de Fuego” escrito
meses antes a la revolución sandinista. Su palabra, su voz, irrumpe a
borbotones desde el exilio, en momentos en que Nicaragua vive una crisis
histórica que, culminaría con el levantamiento sandinista. Su palabra
escrita, su emotividad, su necesidad de intervenir por la libertad de su pueblo
la hace más revolucionaria, más radical en la defensa de la libertad de su
pueblo.
“Vestidos de dinamita” / Gioconda
Belli
Me tengo que ir a comprar las
pinturas con las que me disfrazo todos los días para que nadie adivine que
tengo los ojos chiquitos (como de ratón o de elefante). Estoy yéndome desde
hace una hora pero me retiene el calor de mi cuarto y la soledad que, por esta
vez, me está gustando y los libros que tengo desparramados en mi cama como hombres
con los que me voy acostando, en una orgía de piernas y de brazos que me
levantan el desgano de vivir y me arañan los pezones, el sexo, y me llenan de
un semen especial hecho de letras que me fecundan y no quiero salir a la calle
con la cara seria cuando quisiera reír a carcajadas sin ningún motivo en
especial más que este sentirme preñada de palabras, en lucha contra la sociedad
de consumo que me llama con sus escaparates llenos de cosas inalcanzables y a
las que rechazo con todas mis hormonas femeninas cuando recuerdo las caras
gastadas y tristes de las gentes en mi pueblo que deben haber amanecido hoy
como amanecen siempre y como seguirán amaneciendo hasta que no nos vistamos de
dinamita y nos vayamos a invadir palacios de gobierno, ministerios, cuarteles...
con un fosforito en la mano.
La
mujer habitada
(…) La eterna lucha por una
sociedad justa, se repite mágicamente en “La mujer habitada”, donde el naranjo es
el símbolo de la lucha de la mujer originaria contra el poder español de la
cruz y la espada y a través de su sávila transmite a la mujer mestiza actual,
que a pesar de pertenecer a una rancia aristocracia, siente que los sueños de
aquellos de clase media intelectual contra la dictadura, ubicada como sucedió
en realidad en esta América Latina, sangra por sus venas…
Tengo una especial
admiración por Gioconda Belli, por su palabra contundente, precisa, sin rodeos
y sin enmascaramientos; dice lo que quiere decir, lo que quiere que se entienda
y, lo hace, sin paliativos, directa como una flecha. Es una persona que irradia
felicidad, cuando se ríe su rostro se ilumina, transmite una alegría
contagiosa. Es una persona segura, envuelta en serenidad e interés, de ser una
persona que ha vivido una vida intensa, que ha sido feliz. Es una mujer
hermosa, de cabello salvaje y labios sensuales, en definitiva, una mujer
cautivadora tanto por su inteligencia como lo que su presencia consigue
contagiar.
Con el poema “Los
portadores de sueños” cierro —fugazmente— esa época, época de meditación,
de cambios y plenitud; de euforias, pero también de temores y tristezas por un
mundo imperfecto. Una época en la que ella, como mujer, tuvo que enfrentarse a
situaciones preconcebidas de una sociedad en que, la mujer tuvo que
abrirse paso, a codazos, a empujones, a palabras… no tuvo más remedio. ¡Lleva
la falda muy bien puesta!
Los portadores de
sueños | Gioconda Belli
En todas las profecías
está escrita la destrucción del
mundo.
Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su propia
destrucción.
Pero los siglos y la vida
que siempre se renueva
engendraron también una
generación
de amadores y soñadores,
hombres y mujeres que no soñaron
con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del
mundo
de las mariposas y los
ruiseñores.
Desde pequeños venían marcados
por el amor.
Detrás de su apariencia cotidiana
Guardaban la ternura y el sol de
medianoche.
Las madres los encontraban
llorando
por un pájaro muerto
y más tarde también los
encontraron a muchos
muertos como pájaros.
Estos seres cohabitaron con
mujeres traslúcidas
y las dejaron preñadas de miel y
de hijos verdecidos
por un invierno de caricias.
Así fue como proliferaron en el
mundo los portadores sueños,
atacados ferozmente por los
portadores de profecías habladoras de catástrofes.
los llamaron ilusos, románticos,
pensadores de utopías
dijeron que sus palabras eran
viejas
y, en efecto, lo eran porque la
memoria del paraíso es antigua
el corazón del hombre.
Los acumuladores de riquezas les
temían
lanzaban sus ejércitos contra
ellos,
pero los portadores de sueños
todas las noches hacían el amor
y seguía brotando su semilla del
vientre de ellas
que no sólo portaban sueños sino
que los multiplicaban
y los hacían correr y hablar.
De esta forma el mundo engendró
de nuevo su vida
como también había engendrado
a los que inventaron la manera
de apagar el sol.
Los portadores de sueños
sobrevivieron a los climas gélidos
pero en los climas cálidos casi
parecían brotar por generación espontánea.
Quizá las palmeras, los cielos
azules, las lluvias torrenciales.
Tuvieron algo que ver con esto,
La verdad es que como laboriosas
hormiguitas
estos especímenes no dejaban de
soñar y de construir hermosos mundos,
mundos de hermanos, de hombres y
mujeres que se llamaban compañeros,
que se enseñaban unos a otros a
leer, se consolaban en las muertes,
se curaban y cuidaban entre
ellos, se querían, se
ayudaban en el arte de querer y
en la defensa de la felicidad.
Eran felices en su mundo de
azúcar y de viento
de todas partes venían a
impregnarse de su aliento de sus claras miradas
hacia todas partes salían los que
habían conocido portando sueños
soñando con profecías nuevas que
hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores
y de que el mundo no tendría que terminar
en la hecatombe.
Por el contrario, los científicos
diseñarían
puentes, jardines, juguetes
sorprendentes
para hacer más gozosa la
felicidad del hombre.
Son peligrosos
—imprimían las grandes rotativas
Son peligrosos
—decían los presidentes en sus
discursos
Son peligrosos
—murmuraban los artífices de la
guerra.
Hay que destruirlos
—imprimían las grandes rotativas
Hay que destruirlos
—decían los presidentes en sus
discursos
Hay que destruirlos
—murmuraban los artífices de la
guerra.
Los portadores de sueños conocían
su poder por eso no se extrañaban
también sabían que la vida los
había engendrado
para protegerse de la muerte que
anuncian las profecías
y por eso defendían su vida aun
con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de
sueños
y los exportaban con grandes
lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad se
pasaban noches y días enteros
vigilando los pasajes y los
caminos
buscando estos peligrosos
cargamentos
que nunca lograban atrapar
porque el que no tiene ojos para
soñar
no ve los sueños ni de día, ni de
noche.
Y en el mundo se ha desatado un
gran tráfico de sueños
que no pueden detener los
traficantes de la muerte;
por doquier hay paquetes con
grandes lazos
que sólo esta nueva raza de
hombres puede ver
la semilla de estos sueños no se
puede detectar
porque va envuelta en rojos
corazones
en amplios vestidos de maternidad
donde piesecitos soñadores
alborotan los vientres
que los albergan.
Dicen que la tierra después de
parirlos
desencadenó un cielo de arcoíris
y sopló de fecundidad las raíces
de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los
hemos visto
sabemos que la vida los engendró
para protegerse de la muerte que
anuncian las
profecías.
Hay otros poemas que
son de íntima vitalidad, en los que su verbo es imaginativo y contundente,
gestionando la condición femenina como un hecho tangible, irrenunciable y lleno
de ternura apasionada. Una mujer, mujer! Quiero terminar esa aproximación a su
inmensa obra con una selección de sus poemas:
Amo a los hombres y les canto...
| Gioconda Belli
Amo a los hombres
y les canto.
Amo a los jóvenes
desafiantes jinetes del aire,
pobladores de pasillos en las
Universidades,
rebeldes, inconformes,
planeadores de
mundos diferentes.
Amo a los obreros,
esos sudorosos gigantes morenos
que salen de madrugada a
construir ciudades.
Amo a los carpinteros
que reconocen a la madera como a
su mujer
y saben hacerla a su modo.
Amo a los campesinos
que no tienen más tractor que su
brazo
que rompen el vientre de la
tierra y la poseen.
Amo, compasiva y tristemente, a
los complicados
hombres de negocios
que han convertido su hombría en
una sanguinaria
máquina de sumar
y han dejado los pensamientos más
profundos, los
sentimientos más nobles
por cálculos y métodos de
explotación.
Amo a los poetas —bellos ángeles
lanzallamas—
que inventan nuevos mundos desde
la palabra
y que dan a la risa y al vino su
justa y proverbial importancia.
que conocen la trascendencia de
una conversación
tranquila bajo los árboles,
a esos poetas vitales que sufren
las lágrimas y van
y dejan todo y mueren
para que nazcan hombres con la
frente alta.
Amo a los pintores —hombres
colores—
que guardan su hermosura para
nuestros ojos
y a los que pintan el horror y el
hambre
para que no se nos olvide.
Amo a los solitarios pensadores
los que existen más allá del amor
y de la comprensión sencilla
los que se hunden en titánicas
averiguaciones
y se atormentan día y noche ante
lo absurdo de las respuestas.
A todos amo con un amor de mujer,
de madre, de hermana,
con un amor que es más grande que
yo toda,
que me supera y me envuelve como
un océano
donde todo el misterio se
resuelve en espuma...
Amo a las mujeres desde su piel
que es la mía.
A la que se rebela y forcejea con
la pluma y la voz desenvainadas,
a la que se levanta de noche a
ver a su hijo que llora,
a la que llora por un niño que se
ha dormido para siempre,
a la que lucha enardecida en las
montañas,
a la que trabaja -mal pagada- en
la ciudad,
a la que gorda y contenta canta
cuando echa tortillas
en la pancita caliente del comal,
a la que camina con el peso de un
ser en su vientre
enorme y fecundo.
A todas las amo y me felicito por
ser de su especie.
Me felicito por estar con hombres
y mujeres
aquí bajo este cielo, sobre esta
tierra tropical y fértil,
ondulante y cubierta de hierba.
Me felicito por ser y por haber
nacido,
por mis pulmones que me llevan y
me traen el aire,
porque cuando respiro siento que
el mundo todo entra en mí
y sale con algo mío,
por estos poemas que escribo y
lanzo al viento
para alegría de los pájaros,
por todo lo que soy y rompe el
aire a mi paso,
por las flores que se mecen en
los caminos
y los pensamientos que,
desenfrenados, alborotan en las cabezas,
por los llantos y las rebeliones.
Me felicito porque soy parte de
una nueva época
porque he comprendido la
importancia que tiene mi existencia,
la importancia que tiene tu
existencia, la de todos,
la vitalidad de mi mano unida a
otras manos,
de mi canto unido a otros cantos.
Porque he comprendido mi misión
de ser creador,
de alfarera de mi tiempo que es
el tiempo nuestro,
quiero irme a la calle y a los
campos,
a las mansiones y a las chozas
a sacudir a los tibios y
haraganes,
a los que reniegan de la vida y
de los malos negocios,
a los que dejan de ver el sol
para cuadrar balances,
a los incrédulos, a los
desamparados, a los que han
perdido la esperanza,
a los que ríen y cantan y hablan
con optimismo;
quiero traerlos a todos hacia la
madrugada,
traerlos a ver la vida que pasa
con una hermosura dolorosa y
desafiante,
la vida que nos espera detrás de
cada atardecer
—último testimonio de un día que
se va para siempre,
que sale del tiempo y que nunca
volverá a repetirse—.
Quiero atraer a todos hacia el
abrazo de una alegría que comienza,
de un Universo que espera que
rompamos sus puertas
con la energía de nuestra marcha
incontenible.
Quiero llevaros a recorrer los
caminos
por donde avanza -inexorable- la
Historia.
Porque los amo quiero llevarlos
de frente a la nueva mañana,
mañana lavada de pesar que
habremos construido todos.
Vámonos y que nadie se quede a la
zaga,
que nadie perezoso, amedrentado,
tibio, habite la faz de la tierra
para que este amor tenga la
fuerza de los terremotos,
de los maremotos,
de los ciclones, de los huracanes
y todo lo que nos aprisione vuele
convertido en desecho
mientras hombres y mujeres nuevos
van naciendo erguidos
luminosos
como volcanes...
Vámonos
Vámonos
Vámonoooos!!!
Recorriéndote | Gioconda Belli
Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que
sueñan mis sueños
ese pecho-cueva donde se esconde
mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a tambores y
vida continuada.
Quedarme allí un rato largo
enredando mis manos
suave y negro bajo mi piel
desnuda
seguir después hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza
el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar allí
a ese lugarcito
—apretado y secreto—
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mí
en toda su dureza de macho
enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones
guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se
asienta
con las que vienes a mí
con las que me sostienes,
las que enredas en la noche entre
las mías
blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aun que recorrer
sin mí
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mía,
hasta llenarme toda de tu saliva
y tu aliento
hasta que entres en mí
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y
sudados
en la arena de las sábanas.
Eva advierte sobre las manzanas |
Gioconda Belli
"Allí te quedo en el pecho,
por muchos años que me goces”
C.M.R.
Con poderes de Dios
—centauro omnipotente—
me sacaste de la costilla curva
de mi mundo
lanzándome a buscar tu prometida
tierra,
la primera estación del paraíso.
Todo dejé atrás.
No oí lamentos, ni
recomendaciones
porque en todo el Universo de mi
ceguera
solo vos brillabas
recortado sol en la oscuridad.
Y así,
Eva de nuevo,
comí la manzana;
quise construir casa y que la
habitáramos,
tener hijos para multiplicar
nuestro estrenado territorio.
Pero, después,
sólo estuvieron en vos
las cacerías, los leones,
el elogio a la soledad
y el hosco despertar.
Para mí solamente los regresos de
prisa,
tu goce de mi cuerpo,
el descargue repentino de ternura
y luego,
una y otra vez, la huida
tijereteando mi sueño,
llenando de lágrimas la copa de
miel
tenazmente ofrecida.
Me desgasté como piedra de río.
Tantas veces pasaste por encima
de mis murmullos,
de mis gritos,
abandonándome en la selva de tus
confusiones
sin lámpara, ni piedras para
hacer fuego y calentarme,
o adivinar el rumbo de tu sombra.
Por eso un día,
vi por última vez
tu figura recostada en el rojo
fondo de la habitación
donde conocí más furia que
ternura
y te dije adiós
desde el caliente fondo de mis
entrañas,
desde el río de lava de mi
corazón.
No me llevé nada
porque nada de lo tuyo me
pertenecía
—nunca me hiciste dueña de tus
cosas—
y saliste de mí
como salen —de pronto—
desparramados, tristes,
los árboles convertidos en trozas,
muertos ya,
pulpa para el recuerdo,
material para entretejer versos.
Fuiste mi Dios
y como Adán, también
me preñaste de frutas y
malinches,
de poemas y cogollos,
racimos de inexplicables
desconciertos.
Para nunca jamás
esta Eva verá espejismos de
paraíso
o morderá manzanas dulces y
peligrosas,
orgullosas,
soberbias,
inadecuadas
para el amor.
© Lluís Busom i Femenia
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Sortilegio contra el frío (1992)
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