Ognuno sta solo sul cuor della terra, trafitto da un raggio di sole: ed è subito sera. Solitudine | Ed è subito sera | Salvatore Quasimodo
La sombra
encadenada
Cuantas veces en mis
paseos solitarios, paseos de reflexión, tú te presentas de improviso acaparando
mi mente. Un tiempo de íntimo recogimiento en que se agolpan tus palabras de
ayer entrelazadas con las mías, también de ayer y las de hoy. Me gusta pensarte
mientras paseo por nuestros jardines de Vil·la Amèlia, me encanta este nombre
desde que ambos profundizamos en conocer la etimología de su nombre y, entre
las varias que existen, escogimos la más afín a nosotros: nombre que deriva del
griego amalh (amále), forma femenina de amalov (ámalos), que significa, tierna,
delicada y sensible..
Jardines donde hace
años adoptamos a nuestro amado árbol, el Ginkgo biloba, el árbol que tantas
complicidades vividas esconde de nosotros. El Ginkgo es el símbolo de nuestra
interpretación del realismo mágico, de él extrajimos la esencia de nuestros
escritos en los que su finalidad no era la de suscitar emociones, sino
expresarlas. Fue nuestra cómplice actitud frente a la realidad, hasta que tu
rayo de sol inesperadamente anocheció y la fría oscuridad eterna te envolvió.
El Ginkgo, es
considerado el testigo del tiempo. Darwin llamó a este árbol con toda propiedad
—fósil viviente— pues está considerado como la especie superior viva más
antigua del planeta. En la milenaria China es valorado por su carácter mágico y
sagrado, pues es una representación viva del cosmos, con sus elementos sombríos
y luminosos, dinámicos y estáticos, que están en continuo equilibrio entre
fuerzas opuestas. El Ginkgo representa la dualidad del mundo: el principio
masculino y el femenino, el cielo y la tierra, lo visible y lo oculto, el Sol y
la Luna, el Yin y el Yang. La naturaleza es obstinada en sus enseñanzas, tiene
muchos recursos y es sorprendentemente sabia. Las especies, para no extinguirse,
mutan, se hibridan, se adaptan a nuestras agresiones, hibernan, estivan, las
mejores y las más fuertes sobreviven. No todo está perdido.
Nuestro Ginkgo es un
bello ejemplar de muy pocos años, unos diez. El Ginkgo es un árbol dioico, el
cual tiene sólo flores unisexuales; existiendo árbol femenino y masculino. El
nuestro, es un árbol masculino situado en el extremo Noroeste del recinto y, al
caminar, en un día soleado, en mis paseos de íntima soledad, abstraído en mis
cavilaciones de tiempos vividos, llego a imaginar que la sombra que proyecta mi
persona, es la tuya. Es como sí nuestro Yin-Yang se fundieran en una sola
dimensión, en una sola persona. Es como llevarte de paseo conmigo, un paseo
placentero en el que no solamente me acompañas en mis pensamientos y en mis
recuerdos, sino que la sombra proyectada en el suelo tú siempre estás cercana a
mí. Unas veces por el efecto de la elevación cenital del sol, eres una sombra
pegada a mí, intensamente pegada a mí; una sombra casi invisible para las demás
personas y, en otras, al finalizar la tarde, eres una sombra muy alargada,
descaradamente despreocupada, juguetona, casi una sombra exhibicionista e independiente de la mía, como
sí el secreto que mantenemos de que no nos vieran juntos hubiera desaparecido.
En mi paseo tranquilo
y cuando el sol ya está declinando y queda poca gente en el recinto de los
jardines, mi pensamiento se sobresalta porque te percibo más provocadora y
despreocupada que nunca, ya que en ese momento aparece en ti todo el vigor de
mujer coqueta y desenfadada. Tu risa se hace presente, tus guiños cómplices me
apabullan, pienso en la mujer juguetona que siempre has sido, esa mujer osada y
cariñosamente atrevida y descarada. Has sido una mujer transgresora que
encuentras vida en todo lo que te rodea. Eres una sombra encadenada pero
juguetona, revoloteas alrededor mío separándote de mis pies, haciéndome
enfadar, provocándome hasta el infinito para que mi nerviosismo del momento se
vaya acrecentando. ¡¿Cómo explico yo a la gente que pueda vernos que mi sombra
no está unida a mis pies?! Mi enfado es transitorio porque sé que después en
nuestro íntimo recogimiento lo aplacarás con todo el cariño y, mi enfado
provocado por ti, será el acicate de todo ese proceso maravilloso de mimos, caricias
y tú, que sabes pedirme perdón con toda picardía, me desarmarás como otras
tantas veces hiciste en vida. Ahora tu lúdico acercamiento me hace recordar tus
generosas y amorosas palabras de siempre: lo mejor de nosotros está en las
reconciliaciones.
Estar contigo por
unas horas Smot —aunque sea en mis pensamientos— tal como tú me decías: no es
poca cosa. Sin duda esos momentos de íntima reflexión tienen la grandiosidad de
que pervives, todavía existes y estás cercana. Tengo que reconocerte la feliz
influencia que has tenido y has proyectado en mi vida. Perdurable y vivo es el
afecto y el cariño que nos tuvimos.
—Amado mío, tus
palabras, —las que ahora forman tu escrito—, me llegan y me reconfortan
saberlas desde la fatal lejanía impuesta e irreversible, pero no desde el
olvido. Seré, sí tú lo deseas, tu Josefina, tu fiel amante y me tendrás junto a ti para siempre. En este etéreo contacto todavía percibo la ternura y el afecto que hay
en tus palabras. Gracias amado mío, déjame terminar este extraño escrito tuyo
con unas palabras mías cuando —nuestra lejanía era cercana— tu me escribiste
una bellísima reflexión bajo el epígrafe “cuando se acabe el mundo” y yo te
decía: Me encanta tu razonamiento y tus palabras y, sí pudiera firmar un
contrato para que el final de mi vida fuera el que tu me describes, lo haría.
Recuerda, amor mío: mon manège à moi c'est toi!!!
© Lluís Busom i
Femenia