Cartas de una cercana lejanía
Dessins Auguste Rodin
Musée Rodin, Paris
Tout au fil de sa vie, c'est avec la complicité d'Eros que Rodin façonna
son oeuvre. Ses sculptures comme ses dessins sont un hymne érotique, qui
suscitèrent bien souvent le scandale en leur temps...
Cóncavo Convexa
Buenos días tengas mi Dios, te correspondo con mi deidad otorgada.
Ciertamente a esta altura de mi vida es tan halagador recibir un saludo
tratándome de “Mi Diosa venerada” que descompones mi serenidad arrebatándome emociones y sentimientos. Pienso en todas las mujeres que desean ser
mimadas, tenidas en cuenta, respetadas, valoradas por sus hombres y en las pocas
que tienen la felicidad de ver sus deseos hechos realidad. Tus palabras dichas
y escritas te imprimen mayor valor a lo que ya reconozco en tu escritura y en
tu forma de expresarte; ese don que posees debo cuidarlo y, créeme que lo hago
con devoción en mis respuestas. Afortunadamente sabes, y ya sin ninguna duda,
que formas parte de mi vida, que te quiero a morir, que te llevo en mi piel y
en mi corazón y que no son pocas las horas del día que te dedico. Es una
maravilla como tú dices, gozar íntimamente este mundo secreto que nos hemos
otorgado. Nos pertenece y debemos preservarlo de aquellos que nos rodean.
Leí un artículo sobre el gato del escultor Fernando Botero en la Rambla del
Raval, de tu Barcelona, y de sus innumerables traslados y ubicaciones que ha
sufrido dentro de tu ciudad. Me resultó muy entretenido de leer e informativo,
si bien tú ya me habías puesto en el tema, el artículo por momentos me hizo
pensar en mi cercano viaje a Barcelona. Quiero tocarle las pelotas al gato de
Botero —no te pongas celoso— las tuyas también, porque dice la leyenda que
quién se las toca volverá nuevamente a ver el gato y, por tanto, esa persona
volverá a Barcelona. He estado en tu ciudad tres veces, me gusta mucho Barcelona,
es después de París, la ciudad que más me gusta.(No te enfades!) Espero que en
esa cuarta visita, Barcelona se convierta en mi preferida gracias a que tú serás
mi anfitrión y, como tal, me brindes adecuadamente tu total atención a mi
persona. Me encantan las sábanas de seda que has comprado y haberlas elegidas con dos
tonos de gris, me parecen preciosas. ¿Cómo sabías que el color gris es el que
más me gusta? Me encantará estrenar estas sábanas de seda, sos un capo Lluís,
me revolcaré en ellas cuando en febrero esté en Barcelona. ¡Ya va siendo hora
de que arruguemos las sábanas!
Son tantas y abundantes las cosas que me ocurren en un mismo tiempo
que lo definiría como el torbellino de la vida. Somos una unidad cóncavo convexa,
ambos somos mitad que nos abrimos para recibir a la otra. Nosotros estamos
dentro y fuera de ese torbellino —fuera— con nuestras vidas separadas y
nuestros entornos hechos y —dentro— es donde nos encontramos tú y yo. Nos
escribimos, nos acercamos, nos enamoramos y nos amamos. Es increíble nuestra
historia, al menos lo es para mi y lo pienso por el hecho especial de ser
mujer, tengo muy presente que a la mujer casada no se le permiten ciertos
atrevimientos, siempre hago esa reflexión pensando que, como mujer, abrir
una puerta a lo desconocido para acercarme a un hombre que me
interesa es un camino peligroso, pero llevo la falda muy bien puesta y asumo el
riesgo. Ya sabes, llegaste tú y quebraste todo lo
que faltaba por romper de mi matrimonio, fue como en la canción de Chris
Rea —Thinking Of You— tú eres como un verano indio en medio del invierno; me
gustas como un caramelo duro con sorpresa en el centro... ¡Sos lo máximo!
La evolución de los
sentimientos no se pueden manejar con lo que dicta la mente por los
convencionalismos sociales. De los sentimientos, altos y bajos, se encarga el
cuerpo y el corazón de actualizarlos, y de anteponer prioridades. Con
los sentimientos sucede que sin proponértelo se desencadenan por factores
que sobrepasan el confort de una estabilidad personal, incluso van más allá de
las cuatro paredes de la espléndida casa en la que una pueda vivir. Más
de una vez —como me ha ocurrido a mí— son factores externos los que determinan
que los sentimientos se rindan a personas que están al margen de donde una
cohabita; lo lamentable sería que los sentimientos los matáramos en pos de
intereses propios y ajenos, buenos y mezquinos ya que, caso
de aniquilarlos, sería una de las heridas más penosas que un ser humano
podría causarse a sí mismo.
Con seguridad deben existir, en otras mujeres, tantas otras historias,
mejores y peores, que han aparecido sorprendentemente en ese mundo de las redes
sociales o como nuestra historia de amor iniciada a través de tu blog. Para mí,
como para cada una de ellas, sus historias son únicas, son incomparables,
son irrepetibles, son inimitables, en esas cualidades radica el valor que cada
una de las mujeres puede llegar a lograr. Y esto es precisamente lo que
me está sucediendo contigo. Me gusta estar compartiendo vida contigo,
siento que nuestro universo es hermoso, cautivador, posiblemente lo sea por no
serlo a plenitud. Universo adornado y armado de tantos detalles que no son nada
comunes en la relación convencional de las parejas; eso hace que me sienta
exquisitamente tratada, respetada y amada.
También cuando a mi edad —con más de
30 años de matrimonio— matrimonio que he acotado el cauce y los límites
del mismo y, en mi conformismo vital, esperaba poco de la vida en el sentido de
que aquello que, como mujer sentí y anhelé de joven sin conseguirlo, pudiera
aparecer algún día. Se presentó, fuiste tú Lluís, con tus palabras
irresistibles, pujantes, intensas e indomables. Abrí una puerta a lo
desconocido con la fuerza de un torrente desbordado, sin cauce, con la rapidez
y la fuerza imparable de tus palabras que fluyeron como un regalo a mis oídos y
penetraron anegando todo mi ser vibrando sincrónicamente con lo que toda mi
vida había deseado en un hombre. Conseguiste mi fascinación de mujer,
devolviéndome mi sueño como si fuera una dieciochoañera descubriendo aquello
tan hermoso que un día, ya muy lejano, fue mi sueño de mujer.
Nuestra imaginación y nuestra expresión escrita y oral son el motor que lo
hace posible, el factor distancia —doce mil kilómetros— es el que permite que
se desarrolle tan espontáneamente. Tu voz a través del teléfono ha sido lo que
ha dado el auténtico valor a mis deseos ocultos e inconfesos de mujer. Hay días
en que pienso en lo osada que soy con mis respuestas, comentarios, acotaciones
y acciones, seguramente la distancia que nos separa obra como un confesionario,
no por nada alguna vez me prometiste amarme, vestido tú con ropa y anillo
de cardenal, seguramente es así como muchas veces te sientes, mi confesor, mi
protector, mi Pigmalión, bueno a decir verdad, has sido mi Pigmalión en los
aspectos sexuales, si bien yo no soy virgen al encontrarnos, tú me has
encaminado por senderos nuevos, muy alegres, muy festivos, muy atractivos, muy
desconocidos y muy dulcemente degenerados; deseo siempre poder compartirlos
contigo. A diferencia de la obra de George Bernard Shaw tú no me
convertiste en una dama refinada, porque ya lo soy reconocidamente dentro de
mis círculos en la sociedad a la que pertenezco; pero sí en una nueva mujer que ha aprendido a comportarse y a
gozar con naturalidad el universo del amor, un calidoscopio afectivo y
romántico de intensa vida contigo.
En mis celos
incontrolados estaba absolutamente segura que no estaría dispuesta a amarte
esta noche, contradicciones de una mujer que está atrapada por tu persona. Me
molesta por ser nuevo en mí ser una mujer celosa, nunca lo fui. En el
transcurso del día, gracias a tus escritos, fui recobrando todo mi amor y mi
pasión por vos, con el nerviosismo propio de una mujer que desea morir por vos.
Comencé a contar cada minuto que faltaba para la hora en que nos
encontraríamos; pensé en la ropa que me pondría, en las palabras de amor que te
diría al amarte, sólo uno de mis sentidos estaba expectante y el más
esperanzado, hasta que al fin pude estar contigo, oír tu voz, fue el
maravilloso corolario de la acción imaginada.
Piensa,
Lluís que cuando cogí el teléfono para atender tu llamada para encontrarme
contigo en esa noche en que podemos hablar porque son las horas en que estoy
sola y en esta liberación de la compañía conyugal, mi intimidad imaginada
contigo se agiganta. Deseosa de ti, mucho, pero esta noche me sentía distante y
celosa por tantas mujeres que parece que te persiguen. Las primeras palabras
mías no fueron de entrega incondicional, pero tu voz pausada y tus palabras
convincentes de afecto y cariño obraron el milagroso cambio en mi disposición.
Tus palabras conciliadoras fueron como un bálsamo para mi cuerpo y mi piel que,
poco a poco y sin darme cuenta fue surgiendo en mi cuerpo la necesidad de
abrazarte, de sentir la necesidad de amarte, de perderme contigo en esa hora
mágica y virtual que es nuestro mundo secreto. Tu voz y tus palabras se
confundieron con mis sentidos, todos estaban en alerta, mis ojos imaginando tu
pelo, tu barba, tu boca y, en mi pensamiento, mi tacto jugando a acariciar tu
piel —siendo la mía— mi boca deseando mezclar mi saliva con la tuya, siempre
creo que tu aroma se unirá al mío transformándose en almizcle.
Amado mío, no dejo de
pensar en nuestra conversación telefónica, tu voz me cautiva, necesito de este
momento mágico, eres tan dulce y tan dueño de tus palabras que se van filtrando
por mi estado de ánimo hasta que toda yo empiezo a morir por poseerte, sentía
que no me era suficiente una boca para recorrer tu cuerpo, deseaba penetrar en
tus venas, nadar en tu sangre, bebiéndote lentamente, gota a gota, dejando que
entres en mi, tal cual eres, con todo tu amor y tus instintos. Mi cuerpo era
una invitación a vibrar, a gozar, una invitación a morir de amor abrazándonos
el alma. Todo esto lo provocaste con tus palabras, palabras sin ninguna carga
erótica, simples palabras de cariño, de acercamiento, de contención, de
interés, de paciencia. ¿Me explico bien, amor? ¿Te das cuenta de cómo vas
penetrando en mí? Amor, con esas palabras hiciste que te deseara hasta el
delirio, busqué en mi mente las descripciones que tan bien haces de todo lo que
nos gusta cuando nos amamos y, oyéndote murmurar esas palabras de amor,
pidiéndome más y más cercanía, cedí. En mi oscuridad habitacional premeditada,
de la nada, como una luz apareció tu imagen a mi lado y me vine contigo
abrazada a tu cuerpo, me colgué a tu voz, a tus suspiros como una gata
caliente.
Fue un momento
mágico, un momento vivido en otra dimensión, darte mi amor por teléfono fue
perder el control de mi realidad, fue entrar en tu piel obviando la inmensa
distancia que nos separa, fue amarte más allá de lo imaginado, fue sublime.
Nuestras palabras hasta hace pocos días, mudas, únicamente escritas, desde hace
pocas semanas están cobrando vida y sonido, obrando maravillas; oír la
musicalidad del te quiero, en tu voz, le dio más vida a mi vida. Gracias mi
amor por quererme, por ayudarme a ver el porqué de mis reacciones, por
aceptarme con todos mis defectos. Aún no encuentro la manera de serenar mi espíritu,
finalizada nuestra charla telefónica, me quedé tendida sobre la cama pensando
en tu voz, en tus palabras, buscaba la forma de atrapar ese momento glorioso,
no quería que ningún detalle se borrara de mis recuerdos y, de pronto comencé a
llorar, no estaba triste, todo lo contrario, pero tampoco mis lágrimas tenían
un origen en la alegría de ese instante compartido, no pude encontrar la razón
de mi llanto, es extraño, pero no es la primera vez que me sucede, en otras
ocasiones, después del éxtasis, de la pequeña muerte pensando en vos, en tus
manos, en tus palabras, también he llorado.
Cuanta razón tienes
al decir que el placer de nuestra piel se agiganta cuando conscientemente demoramos
cada uno de los actos que nos llevan a la culminación de nuestros deseos.
Coincides plenamente con tu enemigo que dice: "Lo lento, lo formal, lo
ritual, lo teatral, eso es lo erótico. Es una espera sabia, la precipitación
nos acerca al animal, más bien." Mario Vargas Llosa, en su libro Los
cuadernos de Don Rigoberto.
Tus palabras describiendo nuestros instantes
culminantes son imaginativas, son una caricia; la forma en que me lo cuentas,
tienen vuelo, tienen fantasía, puedo interpretar en mi piel las caricias de tu
mano, seguramente de esa mano salió toda la energía que guiaba la mía en la
búsqueda del éxtasis. Nuestros actos de amor tienen poesía, nunca imaginé poder
amar de esta manera, ni en el más creativo de mis sueños pude encontrar
imágenes de tamaña belleza. La delicadeza de nuestras palabras, la finura de la
puesta en escena, la risa franca y despreocupada de ambos por los vocablos
desvergonzados, puras barbaridades que conforman la belleza de nuestro acto de
amor. Responder a tus
palabras y, hacerlo con otras que estén a la altura de la tuyas, se torna una
tarea de alto riesgo, es como caminar por un campo minado de besos, de
azotes íntimos, de caricias libidinosas, es como encarar desafiante al
viento de la pasión, es como nadar en un mar de secreciones amorosas, termino
deseando remontar la ola del apasionamiento y el abandono más maravilloso en
esos momentos brutalmente mágicos que una mujer puede sentir.
J.F. Delacroix
© Lluís Busom i Femenia
Dessins Auguste Rodin
Musée Rodin, Paris
Tout au fil de sa vie, c'est avec la complicité d'Eros que Rodin façonna
son oeuvre. Ses sculptures comme ses dessins sont un hymne érotique, qui suscitèrent bien
souvent le scandale en leur temps...
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