Eva
& Adán, un día en el Paraíso.
[Versión libre de la obra de
Mark Twain, The Diaries of Adam and Eve (1893)]
Adán está sorprendido y enojado,
de pronto otro ser ha aparecido en el Jardín del Edén y, no para de hablar, de
decirme palabras que no conozco. No es exactamente como yo —ella me dice que es
mujer— cuerpo atractivo, de piel muy fina y tiene un andar sinuoso. Me señala
con el dedo y me dice, —eso se llama piedra!— Francamente no sé por dónde
ha venido esta criatura nueva de pelo largo, no me gusta es muy entrometida. En
esta tierra prometida es —era dice ella— sólo para mí. Yo la cultivo y la
tierra me ofrece los frutos para mi subsistencia. Siempre está siguiéndome a
todas partes. No me gusta esto; no estoy acostumbrado a la compañía.
Adán, en el Jardín del Edén, es
un trabajador nato, mientras cultiva la viña piensa que esa nueva criatura
—ella dice que se llama Eva— está siempre en las nubes, porque empieza a darle
nombre a las cosas sin importancia que, sin duda, no pueden hacer que la “viña”
sea más próspera, ya que la viña —su viña de Chardonnay, uva del paraíso— es la
obsesión de Adán.
Esta mañana estuve
investigando la gran caída de agua. La nueva Criatura (Eva) la llama Cataratas
del Niágara: el porqué no estoy seguro de saberlo. Dice que parecen la
Cataratas del Niágara. ¡Ojalá no hablase; está siempre hablando!
—Yo le digo: esa no es una razón.
¡Es mero capricho!
Por eso no entiendo que Eva ponga
nombre al musgo, a la nieve, a las olas, al mar, las flores, los árboles y a
los pájaros y, a cuatro letras juntas, les llama poemas... son cosas que a mí
no me preocupan, me pasan desapercibidas. Ella a tres o cuatro cosas rotas, les
llama museo antropológico... no se cansa, es una máquina de valorar cosas,
cosas que yo no había clasificado nunca, lo cual me irrita un poco.
La nueva criatura le pone nombre
a todo lo que le aparece a sus ojos, antes de darme tiempo siquiera a
protestar. Y siempre con el mismo pretexto —a eso le llamaré tal cosa—, eso es
el fruto de la vid —la llamaré uva— y eso que cuelga de este árbol es el fruto
del conocimiento, —le llamaré manzana y a esa que está enroscada en su tronco
la llamaré: serpiente— y aquellos árboles —les llamaré peral, melocotonero y
cerezo— para esta mañana he terminado, me voy a merendar. La nueva
criatura (Eva) come demasiada fruta. Lo más probable es que se nos acabe. “Nos”
otra vez: esa es la palabra que Ella suele usar.
Esta tarde ha juntado sus labios con los míos —dice que eso se
llama beso, Smot— y que Smot equivale cariñosamente a llamarnos amor! Ha
repetido y me ha dado un montón de besos con el cuerpo apretado y me dice que
la serpiente le aconseja probar la fruta de aquel árbol llamado manzano y dice
que la consecuencia será una enseñanza grandiosa. Yo tengo un fatal
presentimiento y le aconsejé mantenerse lejos del árbol. Dijo que no lo haría.
Preveo problemas...
Dice, con aparente sinceridad,
que la Serpiente le aseguró que la fruta prohibida no eran las manzanas, sino
las castañas. Entonces dije que yo era inocente, porque no había comido ninguna
castaña. ¿O sí? Ya no me acuerdo! Creo que ella se ha
agigantado como compañera. Me doy cuenta de que me sentiría solo y
deprimido sin ella.
La fuerza de convicción de Eva es
poderosa. Eva se suelta el pelo y aparece una hermosa cabellera muy sexi. Adán
le sorprende el cambio de Eva con la cabellera sobre sus hombros y
acaba aceptando, con gusto, la presencia de Eva, y ambos deciden
comerse un buen frutero de uvas, ciruelas y una manzana. Adán la ama un jueves
por la noche, porqué Eva ha dicho que ese día de amor, —se llama Jueves, del Deus Iuppiter—; fruto
de este amor, aparece Caín, pero, al no tener ni idea del embarazo y el parto,
la pareja no sabe que éste es su hijo, por lo cual Adán deduce que es un pez.
—¡Un mero dice Eva!— Sin embargo Eva le toma cariño. Eva es mucho más
sensible que Adán. Ella piensa que las cosas no son importantes aunque no
tengan un uso.
Eva, oyendo refunfuñar a Adán, le
dice:
—Yo le pongo nombre a lo que me
sale de las pelotas, me bastan que sean hermosas para que sean tan importantes
como ellas mismas. Y, ahora, para que no se me olviden los nombres que designo
a las cosas, las anotaré en mi agenda azul cielo. Como te dije antes y
consecuencia de nuestras maravillosas noches de amor, del afecto que ha nacido
entre nosotros, los dos en la intimidad nos llamaremos Smot, me
gusta, tiene enjundia! También la anotaré en mi libro.
Eva es incorregiblemente decidida
y se pasa el día mirando las estrellas, la luna, jugueteando con animales y
dándole nombre a las cosas, lo cual, irrita mucho a Adán, pero después de tanto
insistir con sus ideas dando valor a las cosas por su nombre y, gracias a la
hermosura del cuerpo que adorna a Eva como hembra... vuelve sensible a
Adán como la mantequilla —así lo acaba de nombrar Eva—, se vuelven a amar más
Jueves, cosa que sin saber por qué, les ha unido mucho más que las estrellas...
—Al principio, creía que tú, Eva
hablabas demasiado; pero ahora me entristecería que tu voz se silenciara y
desapareciese de mi vida. ¡Smot, bendita sea la castaña que nos unió y me enseñó a
conocer la bondad de tu corazón y la dulzura de tu espíritu! Cuando pienso en
todo lo que ha sucedido en el día de hoy, —en tan sólo 24 horas— el Jardín se
ha desvanecido, ahora me parece un sueño. Era hermoso, de una hermosura
insuperable; y ahora se ha perdido y no lo veré nunca más. He perdido el
Jardín, pero te he encontrado a ti, Eva, hemos encontrado el Paraíso y estoy
contento. Sé que tú, Eva me amas muchísimo; yo te amo con toda la fuerza de mi
naturaleza apasionada y esto, creo, es lo propio de mi edad y de mi sexo. Si me
pregunto por qué te amo, Smot, me doy cuenta de que no lo sé, y realmente no me
importa demasiado saberlo. Me doy cuenta que donde quieras que te encuentres,
allí, contigo está el Paraíso.
—¡Tal cual, Smot querido, eres mi amigo, mi amante,
mi compañero y mi confidente —a eso lo llamaré fidelidad— porque en conciencia quiero ser tu mujer, tu Josefina, para que mis ojos y mi ser se llenen de vida con tu eterna compañía.
La adaptación que he realizado de la obra de Mark Twain es un pequeño homenaje a Josefina, la mujer que me acompañó y compartimos el último Paraíso vivido. Este escrito dedicado a ella, fue leído y aprobado por Josefina con algún aporte efectuado por ella misma y que, como siempre, supo redondear, corregir y mejorar el escrito. Aporte realizado pocas semanas antes de morir y que, ahora, quedarán para siempre escritas en recuerdo de un gran amor.
© Lluís Busom i Femenia
Se han utilizado obras de
Fernando Botero para ilustrar este relato.
[Versión libre de la obra de Mark Twain, The Diaries of Adam and Eve (1893), interpretación de Lluís Busom Femenia]
[Versión libre de la obra de Mark Twain, The Diaries of Adam and Eve (1893), interpretación de Lluís Busom Femenia]
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